Accion Humana

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Revista Digital

Discurso de odio y neolenguaje

 

 Por Gabriel Boragina ©

 

En su distopia, 1984, George Orwell describe un país imaginario llamado Oceanía del que forma parte Londres en donde ubica a sus personajes. Oceanía es gobernada por el Gran Hermano quien desde telepantallas colocadas en todas partes, controla a todos sus habitantes, a la vez que sus calles están pobladas de carteles que les recuerdan a todos que ''El Gran Hermano está mirándote''. En la página 10 de su novela nos dice:

El Ministerio de la Verdad -que en neolengua (La lengua oficial de Oceanía) se le llamaba el Minver- era diferente, hasta un extremo asombroso, de cualquier otro objeto que se presentara a la vista. Era una enorme estructura piramidal de cemento armado blanco y reluciente, que se elevaba, terraza tras terraza, a unos trescientos metros de altura. Desde donde Winston se hallaba, podían leerse, adheridas sobre su blanca fachada en letras de elegante forma, las tres consignas del Partido:

LA GUERRA ES LA PAZ

LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD

LA IGNORANCIA ES LA FUERZA

Y le dedica el último capítulo de su novela al neolenguaje, el cual conviene leerse completo, pero del que extracto este párrafo significativo entre las páginas 328 y 329 del libro:

La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos del Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo que se pretendía era que una vez la neolengua fuera adoptada de una vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier pensamiento herético, es decir, un pensamiento divergente de los principios del Ingsoc, fuera literalmente impensable, o por lo menos en tanto que el pensamiento depende de las palabras. Su vocabulario estaba construido de tal modo que diera la expresión exacta y a menudo de un modo muy sutil a cada significado que un miembro del Partido quisiera expresar, excluyendo todos los demás sentidos, así como la posibilidad de llegar a otros sentidos por métodos indirectos. Esto se conseguía inventando nuevas palabras y desvistiendo a las palabras restantes de cualquier significado heterodoxo, y a ser posible de cualquier significado secundario. Por ejemplo: la palabra libre aún existía en neolengua, pero sólo se podía utilizar en afirmaciones como «este perro está libre de piojos», o «este prado está libre de malas hierbas». No se podía usar en su viejo sentido de «políticamente libre» o «intelectualmente libre», ya que la libertad política e intelectual ya no existían como conceptos y por lo tanto necesariamente no tenían nombre. Aparte de la supresión de palabras definitivamente heréticas, la reducción del vocabulario por sí sola se consideraba como un objetivo deseable, y no sobrevivía ninguna palabra de la que se pudiera prescindir. La finalidad de la neolengua no era aumentar, sino disminuir el área del pensamiento, objetivo que podía conseguirse reduciendo el número de palabras al mínimo indispensable.

Orwell escribió su distopia en 1949. La pregunta que se impone es ¿qué diferencia existe entre esta descripción y el neolenguaje que hoy quiere imponer la ''moderna'' ideología woke?

¿Qué discrepancia encuentra el lector entre lo que dice Orwell y el ‘’moderno’’ ‘’lenguaje inclusivo’’?.

La distopía de Orwell, en realidad, estaba describiendo lo que estaba sucediendo en el mundo de su tiempo y lo que proyectaba sucedería si las cosas seguían de ese modo.

En la Oceanía de 1984 existían cuatro ministerios. Uno de ellos llamado ''Ministerio del Amor'' que era precisamente lo contrario a lo que su nombre significaba en la veterolengua. Desde ese ministerio se calificaba como ''odio'' a todo lo que el Partido definiera como tal. En tanto el ‘’Ministerio de la Verdad’’ era el encargado de imponer la Mentira como Única verdad. ¿no es esa la misma pretensión de los actuales progresistas ‘’woke’’? ¿Qué es lo que hay de ‘’nuevo’’ según dicen algunos?

Esto demuestra que los problemas sociales y políticos de antes son los mismos que los de ahora, con la salvedad que los medios que se disponían antes eran otros diferentes a los de ahora. Pero la naturaleza humana, el poder, la ambición y lucha por el mismo, la dominación y sometimiento del otro, el odio, etc. no han cambiado en absoluto. El debate de fondo sigue siendo entre el bien y el mal.

Las ideologías enemigas de la libertad pueden adoptar otros ropajes o denominaciones. Pero es preciso estar alerta que son sólo camuflajes. No estamos ante amenazas ''nuevas''. Será nueva la metodología en la que se manifiesten pero, en el fondo, en su esencia, son los mismos problemas de siempre, desde la Biblia hasta ahora.

Ahora bien, no se trata de cambiar una neolengua por otra. Ni reemplazar nombres de ministerios, reparticiones u oficinas estatales. O prohibir palabras. Tampoco se trata de combatir la izquierda con contraataques paralelos o posteriores de la derecha, de igual grado o magnitud.

De lo que se trata de es de luchar por la libertad del individuo, de la persona, y defender esa libertad. No la ''libertad'' del Gran Hermano, para quien la ‘’libertad’’ significaba exactamente lo contrario (la esclavitud) sino la libertad en el sentido clásico de la palabra. Lo que Orwell denomina el sentido de «políticamente libre» o «intelectualmente libre».

Pero, insistimos, que esto no se acomete cambiando un ministerio de una hipotética ''verdad'' por otro ministerio de otra supuesta ''verdad'' opuesta. No es tarea de los gobiernos imponer ideologías, doctrinas, postulados, programas, etc. que reemplacen las de un gobierno por otro.

No hay ''verdades'' partidarias, ni ''oficiales''. Hacer estas cosas sólo provocan reacciones contrarias, que hacen que los atacados por un gobierno sean luego -cuando les toca el poder a sus adversarios- batallados con igual o mayor ferocidad que los anteriores vencedores. Eso no es liberalismo ni libertarianismo. Sólo es la ley de la selva.

Las ‘’batallas culturales’’ no se libran (ni deben hacerse) políticamente. ni con armas políticas. Mucho menos desde ministerios de educación que no deberían existir, dado que son lo más parecido al ‘’Ministerio de la Verdad’’ de 1984.

Perspectivas de una alternativa liberal seria y coherente

 


 Por Gabriel Boragina ©

 

¿Existe en Argentina alguna alternativa política liberal seria y coherente?. Creo que la respuesta -hoy por hoy- es NO. El partido gobernante (LLA) hasta el momento, parece solo ser un populismo más, solo que esta vez de derecha en lugar de los tradicionales populismos de izquierda que en Argentina está representado proverbialmente por el peronismo en sus distintas versiones (la última es la K, pero puede mutar rápidamente como lo demostraron en los 90 donde, de la mano de Menem, ensayaron otra modalidad, ''de derecha''). 

El populismo, es de aclarar, no es verdaderamente una ideología sino que es una corriente que utiliza la ideología que mejor le conviene al momento para hacerse del poder. Este, podríamos decir, es su rasgo esencial. Por eso puede, con cínica comodidad, variar sus discursos elogiando el libre mercado cuando conviene y su restricción y el proteccionismo cuando lo aconsejable políticamente sea esto último. Puede ser librecambista o proteccionista, y aun puede -en su osadía- recomendar en forma contradictoria una política para un cierto tipo de bienes y la opuesta para otro tipo. Ejemplo la del gobierno actual.

Hasta el momento de escribir estas líneas, la política argentina ha ido fluctuando entre estos dos tipos de populismo, con un muy breve interregno representado por la presidencia de Mauricio Macri que, precisamente, por no hacer populismo, no fue premiado con otro periodo de gobierno.

El caso de Macri es muy interesante por su atipicidad política. El electorado que lo eligió le reclamó un liderazgo que. en su modestia sin par (inusual en un argentino típico) nunca quiso asumir. Su prédica constante valorando el trabajo de los equipos claramente estaba muy distante de la mentalidad populista media argentina acostumbrada a tener jefes, caudillos, lideres y no administradores, guías, o coordinadores de equipos (que fue el modelo de gobierno que Macri quiso imponer, inútilmente) lo que quedó demostrado ampliamente con su presentación a un segundo mandato y su aplastante derrota frente al peronismo K (populismo de centro izquierda caracterizado por su organización verticalista y estructura cuasi militar, donde lo normal es que haya un/a jefe/a al/la que se sigue sin cuestionar).

Ahora bien, como dije, no hay alternativas liberales políticas en la Argentina (el partido gobernante actual claramente no lo es). Esta es una realidad, y otra es que el país necesita con urgencia adoptar las recetas liberales para salir de su crisis y estancamiento, pasado y presente, con periodos de graves retrocesos.

Hablar de liberalismo en Argentina con los demás puede -en general- desencadenar dos tipo de reacciones: o sonrisas irónicas o indulgentes, o iras más o menos violentas. No hay quien pueda tomar seriamente una discusión sobre el liberalismo, porque son escasísimas las personas que saben lo que es realmente. Entonces se oscila entre los que creen (en el mejor de los casos) que se trata de una utopía, por un lado, aquellos otros que lo consideran una verdadera maldición, o los que opinan que es más de lo mismo (como el gobierno actual).

Esto desalienta la posibilidad de una opción liberal en política. Parece que tendremos que conformarnos, por el momento, con lo que más se aproxima a ello en el espectro político, y trabajar con esa gente, esforzándonos en que se adhieran a una perspectiva liberal.

Me refiero a los que se consideran ''moderados'' entre ambas tendencias populistas, y no se hallan identificados (ni quieren hacerlo) con ninguna de ellas. Los que repudian cualquier cualificación o encasillamiento político. Los que se llaman a sí mismos independientes y no se alinean con ningún partido político de los hoy en danza. Pero sin descartar a los que en el pasado tuvieron militancia política y también (por distintas razones) quedaron desencantados de los lugares donde les tocó militar, pero aun asi conservan interés en la política y quieren hacer algo por el bien común del país. Creo que a esa gente hay que apuntar y sumar a un gran y real movimiento liberal, y no a la mamarrachada que se hace llamar ´´La libertad avanza''.

Soy consciente que no será fácil. Pero es un trabajo que se comenzó muchas veces antes por distintas vías y que, por una u otra razón, quedó inconcluso. No obstante,  la situación del país amerita retornarlo.

El comenzar, o mejor, continuar algo que se emprendió otras veces requiere dosis adicionales de paciencia, y propósito de perseverancia.

También creo que la alineación de una fuerza política no debe seguir la tendencia general que se cree válida. Es decir, de arriba hacia abajo, partiendo de la dirigencia hacia las bases, sino a la inversa. No es buscando primero los dirigentes ‘’adecuados’’ que logren constituir una masa crítica que después los catapulte hacia el poder, sino a la inversa, entiendo que debe construirse primero una base sólida de la cual surjan por sí mismos en manera espontánea sus dirigentes, en un movimiento que tenga un origen verdaderamente democrático.

Es difícil en un país dirigista y verticalista conformar grupos o partidos de esta manera, ya que la tendencia populista es justamente la inversa: son los dirigentes los que constituyen sus cuadros para luego usarlos para llegar al poder. Pero seguir este método populista no llevará más que a la creación de una fuerza política como las que ya existen en el país. Derivará a un populismo o a otro, o hacia un grupo político sin significación alguna, ni posibilidades de acceso a espacios de poder.

Quienes acostumbran a leerme sabrán ya que soy un escéptico político. No creo en la política como vía de cambio originaria sino derivada, es decir, no hay cambio político que se dé de arriba hacia abajo, sino al revés, de abajo hacia arriba. Quien encabeza una agrupación y tiene una brillante idea de cambio o transformación nunca llegará a nada si no tiene nadie que lo siga y lo acompañe en la tarea.

Por eso, si la labor política no va asistida y apuntalada por una coetánea tarea docente y cultural intensa tampoco se va a llegar buen puerto.

La llamada ‘’nueva’’ izquierda

 


Por Gabriel Boragina ©

 

Me refiero a las posturas que sostienen la Ideología de género, instituciones como el INADI, el abortismo, la OMS, LGTB, progresismo woke, globalismo, etc. que se denominan a sí mismos como colectivos.

La expresión colectivos con que se autodefinen es muy apropiada, porque representan grupos que comparten una misma ideología que, no hace mucho, se comprendía con el termino colectivismo.

El profesor Dr. Carlos Sabino, en su excelente diccionario de economía[1] concreta el vocablo de este modo :

colectivismo. Término genérico que se utiliza para designar las ideologías y las propuestas políticas favorables a la supresión de la propiedad privada. Dentro de las corrientes colectivistas pueden mencionarse el socialismo, el fascismo y algunas variantes del anarquismo. Desde el punto de vista económico las posiciones colectivistas proponen la estatización o la conformación de cooperativas organizadas y controladas por el Estado como forma básica de propiedad. También, y como consecuencia de ello, abogan por la planificación central y recusan al mercado como forma de asignación de recursos. Las posiciones colectivistas, y junto con ellas las que propugnaban el crecimiento del sector estatal de la economía, tuvieron su época de mayor auge en Europa durante los años treinta, cuando se produjo -entre otros hechos notables- la colectivización forzosa de toda la agricultura soviética; más tarde, hacia los años sesenta, muchas ideas colectivistas arraigaron en las naciones recientemente independizadas de Asia y África, así como en América Latina. Actualmente no existe, en ninguna parte del mundo, un movimiento vigoroso a favor del colectivismo. [collectivism]. (V. CAPITALISMO; PLANIFICACIÓN; SOCIALISMO).

Naturalmente, este es un concepto económico de la palabra, pero no del todo ajeno a los colectivos mencionados al comienzo de nuestro tema.

El profesor Ossorio, en el suyo[2], nos da este concepto :

Colectivismo. Doctrina que tiende a suprimir la propiedad particular, transferirla a la colectividad y confiar al Estado la distribución de la riqueza (Dic. Acad.).

Algo más completa (y quizás más útil para nuestros propósitos) es la definición de Greco[3], que dice :

COLECTIVISMO: sistema económico que tiende a convertir en propiedad colectiva los medios de producción, eliminando la propiedad privada en lo referente a la tierra. Partiendo de La república de Platón y siguiendo por numerosos autores (Rousseau, Babeuf, Owen, Saint Simon, Blanc, etc.), el colectivismo concreta su aspecto científico en El capital de Marx. El colectivismo, como teoría, se difunde a través de los congresos internacionales obreros y, aunque sufriendo diversas modificaciones, da las bases al socialismo. ▪ Toda doctrina política que se oponga al individualismo y que, en particular, sostenga la abolición de la propiedad privada y la colectivización de los medios de producción. Son colectivistas tanto el socialismo como el comunismo. ▪ Conjunto de teorías que defienden la propiedad estatal de los medios de producción y la planificación económica por la administración. ▪ Algunos sociólogos definen colectivismo como un conjunto de actitudes y comportamientos basados en la creencia de que la unidad básica de supervivencia recae en un grupo, no en el individuo. Algunos tipos de colectivismo señalan que el bien del grupo es más importante que el bien individual; otros alegan que mientras que cualquier grupo está finalmente hecho de individuos, el individuo, incidentalmente, sirve a su propio interés al servir a los intereses del grupo (en otras palabras, en tanto el grupo prospera, todos los miembros del grupo prosperan).

Los que creemos que la contraposición entre lo económico y lo social es falsa, encontramos analogías y aplicaciones mutuas entre estas definiciones.

La ‘’nueva’’ izquierda (o ‘’nuevo’’ colectivismo) propugna la limitación o supresión del lenguaje privado, e incluso va más allá también la del pensamiento privado. Pero esto no es muy diferente a la propuesta colectivista de la eliminación de la propiedad privada si tenemos en cuenta que, tanto el lenguaje como el pensamiento de cada uno forman parte de su propiedad privada.

Que el objeto de la censura sea un objeto material, verbal o intelectual no cambia demasiado la cosa desde el punto de vista de su propietario. Es que, necesariamente, la colectivización de la propiedad lleva a la colectivización de lo que genera esa propiedad, y esa es la mente privada (valga la redundancia) donde se crea toda propiedad. Y la mente/conciencia de cada uno es de su propiedad.

Fracasada con la caída del Muro de Berlín la colectivización obligada de la propiedad material, ahora van en procura de la colectivización compulsiva del origen de esa propiedad física o material : la propiedad verbal, intelectual o mental.

Los canales son los ya propuestos por el socialista italiano Antonio Gramsci para la educación, pero ampliando ese espectro a los medios masivos de comunicación e información, la TV, la radio, el cine, (los instrumentos clásicos) y luego, y ahora, las redes sociales, etc.

El objetivo es la colectivización y uniformidad del vocabulario y las mentes.

Como cualquier dictadura, los colectivistas que se autodefinen como woke deben imponer su colectivización a través de la fuerza, variando los mecanismos de uso de esa fuerza, pero recayendo siempre en última instancia en la del gobierno y sus distintas ramas. En los países republicanos, es decir, con división tripartida del poder, a través de los tres poderes clásicos respectivos (ejecutivo, legislativo y judicial).

Es decir que, de la misma manera que la colectivización de la propiedad física, la de la propiedad verbal y mental se busca imponer a través de la fuerza de la educación, la política, la ley y los fallos judiciales en su consecuencia.

Pero insisto, no es esto ‘’nuevo’’, ni demasiado diferente a lo que recurrieron dictadores históricos como Lenin, Stalin, Mussolini, Hitler, Mao Tse Tung, Pol Pot, Perón, Fidel Castro, Chávez, Maduro, etc. , con métodos menos sutiles que los actuales de los ''modernos'' partidos progresistas.

¿Cómo se combaten estas dudosamente ‘’nuevas’’ ideologías? Creemos que de la misma manera que se ha combatido (y aun se lo hace) al socialismo utópico, clásico, marxista y sus demás derivaciones desde su aparición en escena en adelante.


[1] Carlos SABINO; Diccionario de Economía y Finanzas. Contiene léxico inglés-español y traducción de los términos al inglés. Consultores: Emeterio Gómez; Fernando Salas Falcón; Ramón V. Melinkoff. CEDICE. Editorial Panapo. Caracas. Venezuela. Voz respectiva.

[2] Ossorio Manuel. Diccionario de Ciencias Jurídicas Políticas y Sociales. -Editorial HELIASTA-1008 páginas-Edición Número 30-ISBN 9789508850553 pág. 175.

[3] Greco, Orlando. Diccionario de sociología. - 2a ed. - Florida: Valletta Ediciones, 2008. Pág. 84

 

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