por Gabriel Boragina ©
L. v. Mises fue quien echó luz sobre el punto al señalar que hay tres elementos del capitalismo que no pueden reproducirse ni replicarse en el ámbito estatal, ni actuar en él. Estos tres componentes son: propiedad, privada, precios y mercados que aparecen en ese mismo orden dado.
Es decir, la base es la propiedad privada, la que -a su vez- da nacimiento a los precios y -en tercer lugar, como lógica consecuencia de todo el proceso anterior- da espacio a la aparición del mercado (propiamente a los mercados, ya que bajo la palabra mercado -en singular- se sintetizan las acciones de muchos mercados actuando en diversos campos de la economía). Ninguno de esos tres basamentos puede ser creado, ni apropiado por el estado/gobierno, ni puede ser repetido dentro de su esfera de acción.
Ausentes pues estas tres unidades clave no hay tal cosa como "capitalismo", ni "privado", ni "estatal", ni de ninguna otra índole. En este esquema, la ideología no cumple ningún papel. Y, desde luego, también nos parece un absurdo la frase hacia el final de párrafo[1], tanto cuanto pretende la "existencia" de un "verdadero" capitalismo "estatal", como afirma una cierta indiferencia de este hacia la propiedad. No hay tales. Pero el autor analizado insiste respecto de esta supuesta "indiferencia":
"Esto es cierto sólo en función de una convención para definir al verdadero capitalismo de Estado como aquél que es indiferente acerca de la propiedad. ¿A cuáles de los sistemas realmente existentes, a qué países abarca tal definición? Tomemos el testimonio de un destacado capitalista estatal, miembro de uno de los Grands Corps de la cumbre de la Administración Pública francesa, promovido más tarde a Ministro de Industria: «Ninguna cantidad de dirigismo vale lo que un sector público poderoso» Q.-P. Chevènement, Le vieux, la crise, le neuf, 1977, pág. 180, traducción mía). Su capitalismo estatal ciertamente no es indiferente acerca de la propiedad. Si hay capitalismos estatales que lo son, no son visibles. ¿Se confunden, quizá, demasiado fácilmente con los capitalismos privados?<"[2]
Todo el tema de la "indiferencia" hacia la propiedad es una enorme patraña, conforme incluso parece dejar entrever hacia el final de la cita el mismo expositor. Naturalmente, que nadie puede ser indiferente hacia la propiedad, dado el rol vital que esta desempeña para la vida humana, el crecimiento económico, tanto personal como nacional. Tal indiferencia no existe, sea que la propiedad se tenga o no.
En rigor, todos somos propietarios de nuestras propias vidas, de nuestro cuerpo, y de todo lo que podemos hacer por medio de él o con él. La propiedad siempre es una potencialidad, porque es algo que nos permite hacer otra cosa o nos brinda un servicio, desde el más sencillo o insignificante hasta el de mayor alcance. Así, mi derecho de propiedad sobre mis actos me brinda -por ejemplo- la potencialidad de ir a la cocina a servirme un vaso con agua. Ni el dueño de una cosa ni el ladrón de esa misma cosa son indiferentes hacia la propiedad de la cosa en cuestión; el primero porque la defiende y el segundo porque la ataca. Pero ninguno de los dos es neutral al respecto. Quienes compran y venden tampoco son indiferentes hacia la propiedad de lo que se encuentran negociando. ¿Qué ejemplos pueden darse de "indiferencia" acerca de la propiedad?.
No hay que confundir la cuantía de la propiedad con la propiedad misma como derecho, ya que en este tema es harto frecuente hacerlo. No estamos discutiendo cuántas cosas puede o debe tener fulano sino si puede tener cosas en propiedad o no, es decir si posee ese derecho o no. En dicho sentido, no hay nadie que sea indiferente a la propiedad, ni siquiera los comunistas, que no adoptan jamás una actitud neutral frente a la propiedad sino que la reclaman para ellos como "depositarios legítimos".
Un atajo que suelen tomar los marxistas al respecto es el relativo a los "tipos de propiedad y sistemas sociales”:
"Para ser justo con Engels, es de nuevo su Anti-Dühring el que proporciona la formulación más sencilla de una alternativa marxista más duradera para identificar tipos de propiedad y sistemas sociales. Explica que en un mundo de escasez {alias «en el reino de la necesidad») la división de la sociedad en clases enfrentadas debe continuar."[3]
Por empezar, todo el mundo en el que vivimos es de escasez. Un axioma básico de la economía reza que los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. Siempre se ha cumplido este apotegma, y es el asiento de la economía; el principio fundamental del cual parten todos los teoremas económicos que le siguen.
Durante siglos, hasta la aparición del capitalismo en el tardío siglo XVIII, la humanidad no encontró ningún sistema "mejor" para "solucionar" el eterno problema de la escasez que el saqueo de unos individuos por otros primero, y luego -de manera algo más "organizada"- de unos pueblos por otros, reinos por otros, etc. No se concebía otra forma de aumentar la riqueza -ya sea personal o colectiva- que no fuera por medio de la conquista, la violencia y el robo. Pero, con la aparición fortuita de la Revolución Industrial, fruto -a su turno- de ideas y tecnologías que iban apareciendo y mejorándose -con lentitud al principio y con más dinámica posteriormente- la situación se empezó a revertir. La escasez principió a reducirse y la abundancia a expandirse, no en virtud del "enfrentamiento de clases" (invento marxista) sino a través de la cooperación social.
"Desde luego, el conflicto de clases entraña la existencia de un Estado para asegurar la dominación de una clase. Así el «Estado socialista» no es una contradicción en los términos. El Estado que posee todos los medios de producción es un Estado socialista represivo. Puesto que aún hay clases, no puede prescindirse todavía de él, debe continuar para reprimir a los explotados en beneficio de los explotadores."[4]
Cuando se describe que el "Estado socialista represivo" […] "debe continuar para reprimir a los explotados en beneficio de los explotadores" se ha de entender (a fin de no caer en contradicción con los postulados marxistas clásicos) que los "explotadores" son -en este caso- la clase que domina a ese estado/gobierno, es decir, la proletaria. Caso contrario no podía llamarse "Estado socialista represivo". De ser a la inversa hay entonces un error en la redacción.
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