Accion Humana

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Revista Digital

Nuevo análisis del bien común

 Por Gabriel Boragina ©

El bien común (también denominado bien general, colectivo, etc.) es ese concepto del que hemos hablado muchas veces, y que es el preferido por aquellos autores que profesan su profunda antipatía o manifiesta hostilidad hacia el capitalismo y/o liberalismo. Es el que proverbialmente se presenta como opuesto al bien particular o individual.

Tradicionalmente -y con especial énfasis por parte de los cultores del derecho- se lo muestra como un bien "superior", ajeno y por encima de los bienes particulares o individuales y por completo separado de estos como si fuera una entelequia incorpórea que se moviera en una esfera invisible pero –curiosamente- cuya especial visibilidad estaría reservada sólo a algunos que serían los únicos capaces de identificarlo y definirlo. Por supuesto, estos serían los directores sociales, encargados de aplicarlo, cuestión difícil de comprender, ya que ¿cómo podrían aplicar e identificar algo que para el resto de los seres humanos resultaría invisible e indefinible pero para ellos no? Y por sobre todo ¿por qué no?

Su discusión es muy antigua y ha sido tratada por los más diversos autores de todas las épocas. Y hubo originado las exposiciones más incongruentes que se pudieran encontrar. Un famoso premio Nobel de economía nos relata un significativo episodio al respecto:

"Es lamentable, pero característico de la confusión en que muchos de nuestros intelectuales han caído por la contradicción interior entre sus ideales, ver que un destacado defensor de la planificación central más amplia, Mr. H. G. Wells, haya escrito también una ardiente defensa de los derechos del hombre. Los derechos individuales que Mr. Wells espera salvar se verán obstruidos inevitablemente por la planificación que desea. Hasta cierto punto, parece advertir el dilema, por eso los preceptos de su "Declaración de los Derechos del Hombre» resultan tan envueltos en distingos que pierden toda significación. Mientras, por ejemplo, su Declaración proclama que todo hombre «tendrá derecho a comprar y vender sin ninguna restricción discriminatoria todo aquello que pueda legalmente ser comprado y vendido;» lo cual es excelente, inmediatamente invalida por completo el precepto al añadir que se aplica sólo a la compra y la venta «de aquellas cantidades y con aquellas limitaciones que sean compatibles con el bienestar común». Pero como, por supuesto, toda restricción alguna vez impuesta a la compra o la venta de cualquier cosa se estableció por considerarla necesaria para «el bien común», no hay en realidad restricción alguna que esta cláusula efectivamente impida, ni derecho individual que quede salvaguardado por ella."[1]

Este rico pasaje de una obra imperecedera nos deja muchas enseñanzas, sobre todo por su gran actualidad a pesar de la época de su publicación, porque la discusión sigue siendo muy presente. Denota el conflicto interno (hasta cierto punto perceptible) entre los partidarios del socialismo -como el sr. Wells- por no poder compatibilizar el sistema que propician con los derechos individuales que también quieren defender. Resulta evidente que tales personas -a pesar de su condición de intelectuales- no han hecho los estudios necesarios y adecuados en campos tales como la economía que, de haberlos llevado a cabo, les hubieran echado mucha luz respecto de la incompatibilidad entre la planificación central (otra manera de denominar al socialismo) y los derechos individuales (no utilizamos la expresión "derechos humanos" por resultar un pleonasmo, habida cuenta que los derechos siempre son humanos, no existiendo un "derecho mineral", "animal" ni "vegetal").

Observamos, por lo pronto, que el sr. Wells partía de la base de un sistema suma cero (usando terminología de la teoría de los juegos). También parece que por el término "bienestar común" quería referirse a todas las demás personas diferentes a ese hombre hipotético al cual pretendía otorgarle el derecho de "comprar y vender sin ninguna restricción discriminatoria todo aquello que pueda legalmente ser comprado y vendido" lo que claramente entra en abierta contradicción con su expresión inicial de "todo hombre", porque si dentro del concepto de "bien común" no se encuentra "todo hombre" ¿que podría tener de "común" ese supuesto "bienestar"?-

Este conflicto nace de suponer que el bien común y el individual son cosas diferentes, cuando resulta falso que lo sean. El bien común –opinamos- es todo aquello que resulta bueno para todos y cada uno de los sujetos, lo que no simboliza que ese bien sea individualmente el mismo para todos esos sujetos. Llegamos a esta conclusión luego de haber pensado durante mucho tiempo que "el bien común" no era más que un mito social, y que lo único que existía realmente era el bien individual. Pero reflexiones posteriores nos permitieron encontrarle a esa fórmula (tan querida -y tergiversada- por los socialistas) un sentido compatible con el individualismo más estricto. He designado a este concepto enfoque liberal del bien común, con lo cual no quiero expresar que todos los liberales lo compartan. Simplemente lo he escogido así porque lo veo compatible con mi idea (mis ideas en rigor) acerca del liberalismo. No hay ninguna voz oficial del liberalismo que diga qué debe o no debe entenderse por cada cosa o materia que se trate o exponga determinado autor. Y, desde luego, tampoco la hay en este tema.

Eso que entendemos nosotros como bien común no puede entrar en colisión con el bien particular de nadie, porque de hacerlo dejaría de ser "común". Y, en muchos supuestos, de un "bien". Si –por caso- para un criminal es "bueno" asesinar, va de suyo que ello no puede ser un "bien común", porque no se puede concebir que sea un "bien" para su/s potencial/es o efectiva/s victima/s.

Por eso, para las doctrinas antiliberales, en cambio, el bien común es la antítesis del individual, y sólo puede ser definido por el líder del partido gobernante (o por aquellos a quienes él designe) lo que resulta -en la práctica- que por ese término se entiende lo que es "bueno" para ese partido en el poder, sus jefes, miembros, adherentes, simpatizantes y nadie más, en tanto bajo esa óptica, el "bien individual" es el de todos aquellos que no están de acuerdo con el jefe del partido al mando o con sus secuaces, es decir los opositores. En este caso, la defensa del "bien común" implica –en última instancia- silenciar o aniquilar a todos aquellos que disienten con el régimen que lo ha determinado de tal manera. En consecuencia, el bien común se caracteriza de manera distinta y antagónica dependiendo del enfoque: será uno bajo el prisma liberal y otro bajo el antiliberal.


[1] Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre. Alianza Editorial. España. pág. 119.

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