Por Gabriel Boragina ©
La idea platónica (o como la llama Popper platonizante) de que el colectivismo es sinónimo del altruismo es algo que hoy -en pleno siglo XXI- las personas en su mayoría dan por sentado. Recordemos que Popper había dado estas cuatro posibilidades:
(a) Individualismo |
es lo contrario de |
(a') Colectivismo |
(b) Egoísmo |
es lo contrario de |
(b') Altruismo |
Admitiendo de este modo las siguientes combinaciones como posibles: La de un individualismo egoísta o altruista, a la par de un colectivismo también egoísta o altruista. Luego dice:
‘’Según Platón, la única alternativa fuera del colectivismo es el egoísmo, pues simplemente identifica todo tipo de altruismo con el colectivismo y cualquier tipo de individualismo con el egoísmo. No se trata aquí de una mera cuestión terminológica, sino de algo más profundo, puesto que en lugar de nuestras cuatro posibilidades, Platón únicamente reconoce dos. Eso ha acarreado y sigue acarreando todavía considerables confusiones en los planteamientos formulados en el campo de la ética. ’’[1]
En realidad, esas ‘’confusiones’’ aluden a la (según Popper) extrema simplificación platónica que establece tajante antagonismo entre dos conceptos que representan mucho más de lo que sus rótulos simbolizan. Por ello dice que ‘’No se trata aquí de una mera cuestión terminológica’’. Es que Popper ve en ese punto el germen y los orígenes del marxismo (quizás la expresión más conocida del colectivismo) y es por eso que le atribuye tanta importancia al tema.
Posiblemente quiera demostrarnos que el enorme prestigio ganado por el marxismo -que dominara la vida política y económica del planeta la mayor parte del siglo XX- radica en aquella identificación filosófica formulada por Platón (deliberadamente, sostiene Popper) entre el egoísmo (en su sentido más peyorativo posible) y el individualismo, al tiempo de la más alta exaltación del altruismo identificándolo con el colectivismo.
Seguidamente involucra a Hegel como el continuador más importe de Platón en la construcción de la idea colectivista de esta manera:
‘’Con el fin de proporcionar al lector una visión inmediata de la platonizante adoración hegeliana del Estado, citaremos algunos pasajes antes de iniciar el análisis de su filosofía historicista. Estos pasajes demuestran que el colectivismo radical de Hegel depende tanto de Platón como de Federico Guillermo III, rey de Prusia durante el período crítico que comprendió y sucedió a la Revolución Francesa. La teoría en ellos sustentada es la de que el Estado es todo y el individuo nada, ya que todo se lo debe al Estado: su existencia física y su existencia espiritual. Tal, pues, el mensaje de Platón, del prusianismo de Federico Guillermo y de Hegel «Lo Universal ha de hallarse en el Estado», manifiesta Hegel. ’’[2]
Es casi, con pocas variantes, la idea popular de hoy en día. De allí nuestra sentencia que lejos estamos de una sociedad individualista como tantas veces escuchamos y leemos en nuestro entorno.
Precisamente, la critica que se hace del individualismo es con miras a apuntar al ideal del estatismo, porque el colectivismo que exalta la deidad del ‘’estado’’ es lo que modernamente se conoce con la palabra estatismo.
Al individualista se lo critica por no ser solidario (ya hemos visto que lo es) que -en definitiva y resumidas cuentas- es un reproche por no ser estatista. Por no dejar en manos del ‘’estado’’ decidir qué es ser ‘’solidario’’, es decir, definir qué y cuáles actos son solidarios o no. Nos recuerda a la clasificación que hace F. A. v. Hayek entre estados morales e inmorales que hubiéramos comentado antes.
Pero también Mises se ocupó de esa doctrina que se llamó solidarismo y a la que ya nos hemos referido en otras ocasiones. Luego de un examen profundo y minucioso del solidarismo lo resume de manera brillante. Citemos nuevamente uno de sus párrafos:
‘’El ala de mayor inclinación estatista dentro del solidarismo pretende llevar a cabo una acción “solidaria” a través de acciones del estado: a través de leyes que impongan obligaciones a los propietarios en favor de los desposeídos y en favor de la beneficencia pública. El ala de mayor inclinación eclesiástica del solidarismo desea alcanzar el mismo fin mediante llamados a la conciencia: el amor cristiano hará que el individuo cumpla con sus deberes sociales."[3]
Nosotros hemos expuesto antes nuestra tesis que niega que el individualismo sea insolidario o anti solidario. Solo los individuos pueden ser solidarios, y no entes hipotéticos como los estados-nación o los gobiernos.
La solidaridad implica un acto voluntario, y exclusivamente los individuos están dotados de voluntad, no entes míticos tales como ‘’el estado, la nación, la sociedad, la comunidad, el grupo, el colectivo’’ y expresiones análogas que designan ideas ficticias.
La diferencia entre el ala estatista y eclesiástica del solidarismo es clara: la primera necesariamente ha de ser coactiva, en tanto la segunda solo puede ser voluntaria. Lo que revela que -en suma- la diferencia se reduce a coerción vs libertad.
En el primer caso, otra persona o grupo de personas decide qué es la solidaridad, y cómo, cuándo y dónde los demás deben ejercerla, contando aquellos con la potestad que les da el aparato de coerción y compulsión que es el estado/gobierno para obligar a todas las demás personas a ser ‘’solidarias’’, y a aplicar los castigos correspondientes a quienes no quieren, no pueden o no desean ser ‘’solidarios’’ en el sentido definido por los burócratas.
En el segundo caso (eclesiástico) no hay ningún aparato de coerción ni de compulsión que obligue a la gente a ser ‘’solidaria’’. Será la influencia que sobre la conciencia ejerzan las doctrinas respectivas lo que convencerá a cada uno y a cada cual de ser solidario o no con el prójimo.
Independientemente de la religión que se profese, no hace falta reflexionar mucho para decidir que la libre conciencia es preferible a la conciencia forzada.
[1] K. R. Popper. La sociedad abierta y sus enemigos. Paidós. Surcos 20. pág. 115-116
[2] K. R. Popper, ibídem
[3] Ludwig von Mises. "SOCIALISMOS Y PSEUDOSOCIALISMOS" (Extractado de Von Mises, Socialism: An Economic and Sociological Analysis, capítulos 14 y 15. La traducción ha tenido como base la versión inglesa publicada por Liberty Classics, Indianapolis, 1981. Traducido y publicado con la debida autorización. Estudios Públicos, 15) Pág. 25 a 28
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