Por Gabriel Boragina ©
‘’Hay otra visión, rival, que dice que las cosas no tienen un costo de por sí, que el costo no es intrínseco a las cosas sino extrínseco a ellas, que las personas le atribuyen a las cosas un costo, le dan un determinado costo. ¿Cuál es el costo de la cosa? Lo que yo dejo de hacer para tener la cosa. Entonces se dice, tal vez como un pleonasmo, que el costo es el costo de oportunidad, que el costo es la oportunidad sacrificada. Desde esta definición subjetivista que responde a la idea de valor subjetivo, mientras la otra responde a la idea de valor objetivo, el costo de la carpeta no sería sus integrantes, el costo no sería un problema de contabilidad, sino el costo de la carpeta seria su alternativa, el costo sería un problema económico, elecciones alternativas que tengo yo que tomar. Entonces el costo de la carpeta seria lo que yo pude haber comprado en lugar de esta carpeta’’.[1]
El costo de oportunidad se puede manifestar de dos maneras distintas. Por un lado, puede ser lo que se deja de hacer para hacer otra cosa, mientras que por el otro es lo que se deja de tener para obtener otra cosa. En ambos casos las evaluaciones que hace el sujeto actuante son subjetivas, y eso es lo que tienen en común. Pero lo que se sacrifica, en un caso y en el otro, son cosas diferentes: en una es una actividad y en otra es un objeto material (dinero u otra cosa como en el trueque).
Es lo que se da a cambio lo que marca la diferencia entre un modo de costo y el otro. El subjetivo no excluye el contable (si por este término se entiende una determinada cantidad de dinero a dar a cambio de otra cosa) porque el dinero también es valuado subjetivamente por el agente, dado que con la misma cuantía de dinero que dispongo yo puedo comprar otras cosas. El costo de ir al cine puede ser no ir a clase, (costo de oportunidad) pero además debo pagar la entrada de cine con lo que a ello tenemos que agregar el costo contable de ir al cine. Hay pues un doble costo (de oportunidad por un lado por la actividad que resigno) y otro contable (el dinero que debo dar a cambio de lo elegido)
En situación, el costo de la carpeta va estar dado por la valoración que yo haga entre lo que deba entregar por ella y la carpeta misma. Y así, su costo contable es lo que debía dar por ella, y ‘’lo que yo pude haber comprado en lugar de esta carpeta’’ sería su costo de oportunidad, pero ahora en un sentido diferente al de dejar de hacer sino al de dejar de tener.
‘’Desde este punto de vista se sostiene que todo tiene un costo. ¿Cuál es el costo de estudiar en la universidad? Los objetivistas dirían que el costo de la universidad o el costo de una clase es lo que has pagado en tesorería para venir a la universidad, los subjetivistas te dirán que el costo de una clase es lo que podrías estar haciendo en vez de estar en la Universidad, que sé yo, un partido de futbol, durmiendo, estando con tu enamorado o enamorada, fumándote un cigarrillo, tomándote un café’’[2]
La diferencia es clara, pero cabría preguntarse ¿por qué el primer concepto es el más aceptado por la gente y el segundo el minoritario o el que esa gente encuentra más extraño?
Una elucidación posible podría ser que el concepto objetivo es el que aprendemos primero desde pequeños en nuestras casas, la escuela, la universidad, los amigos, en los medios de comunicación, etc. Pero ¿Por qué este y no el otro?
F. A. v. Hayek explicó que la economía es una ciencia contraintuitiva, y posiblemente aquí está la pista de una respuesta. La teoría subjetiva del costo es una teoría económica y como tal -siguiendo al maestro austriaco- es contraintuitiva, por ende necesita ser explicada, reflexionarse sobre ella, analizarla y –finalmente- comprenderla, y esto requiere un cierto trabajo mental, al que el grueso de la gente por lo general le escapa.
‘’Entonces esto nos lleva a un problema complejo. Para los objetivistas el costo es uno solo, para los subjetivistas dos personas no tienen el mismo costo por la misma cosa. Porque cada uno de nosotros sacrifica cosas distintas para hacer algo. Hay quien dice, por ejemplo, ¿Cuál es el costo de tu enamorada? Los objetivistas dirían, bueno lo que te cuesta invitarla al cine, sacarla a bailar, a comer a la calle, yo que sé. Los subjetivistas te dirán que el costo de tu enamorada es la otra chica con la que no estás. Tal vez es un ejemplo no muy ilustrativo, pero sí práctico, o tal vez al revés: muy ilustrativo pero poco convencional’’.[3]
Esto marca una discrepancia interesante, porque es uno de los aspectos que sirve para instruir acerca de la diferencia entre contabilidad y economía, y de paso entre lo que decíamos antes: lo intuitivo y lo contra intuitivo, en términos de Hayek.
Para la visión puramente contable, el costo -en última instancia- es un problema de números y se resuelve calculando. Para la economía es -por el contrario- una cuestión de valores y de alternativas, y la solución va cambiando de sujeto en sujeto y de acuerdo a las valoraciones disimiles de cada uno de ellos.
A esto hay que agregarle algo en lo que
insistimos siempre: la educación. La
gran paradoja del último siglo y medio consistió en el triunfo intelectual de
Marx que fue el que impuso la enorme mayoría de los errores políticos, filosóficos
y económicos que hoy la humanidad da por sentados. El mayor propagador del
materialismo dialectico logró enseñar a la gente a pensar en términos
precisamente materialistas. Una pena.
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