Por Gabriel Boragina ©
Cuando dijimos que los sistemas sólo se cambian desde fuera de ellos y no desde dentro nos estamos refiriendo concretamente a la postura de los antisistema que creen que toda sustitución o destrucción de un sistema sólo puede operarse desde dentro de él y no desde fuera del mismo.
Vale la pena aclarar que no estamos diciendo que esos sistemas sean inmodificables. Sino que, ya sea desde dentro o desde afuera del sistema, estos se transforman o extinguen evolutivamente y no revolucionariamente con lo cual las tesis antisistema se evaporan, ya que sus partidarios no creen en procesos evolutivos y (de manera incoherente) se presentan como antirrevolucionarios.
En realidad, son revolucionarios que no saben que lo son, por eso los tildamos de simplemente utópicos. Puede también que no sepan que es una revolución con lo cual (además de utópicos) hay que agregarles: ignorantes.
Lo dicho antes debería ser casi una verdad de Perogrullo: todas las mutaciones sociales perdurables de la historia se han dado evolutivamente. Y remarcamos lo de perdurables, porque las rupturas revolucionarias varían o extinguen sistemas, es cierto, pero de manera provisoria. Sólo un proceso evolutivo social podrá confirmar o descartar la alteración obtenida a través de una revolución. Ese proceso puede confirmar o eliminar el nuevo orden, pero será siempre quien tenga la última palabra sobre el particular.
Por ello es que, los portavoces antisistema (mayormente muy pintorescos) son utópicos. Es decir, o son unos ''avivados'' o unos ingenuos. Pero de ningún modo, ninguno de ellos escapa a una de esas dos posibilidades.
Utópicos en un doble sentido: si están convencidos de su utopía entran en la categoría de los ingenuos. Si, por el contrario, son conscientes de su utopía, encuadran en la clasificación de los hipócritas porque, en este supuesto, estarán usando su utopía para convencer a otros de ella con la finalidad de obtener ventajas de esos crédulos e incautos seguidores.
Otro rasgo de los comediantes antisistema es su excesiva egolatría. Sólo ellos creen ser los únicos posibles artífices de la renovación social (política, económica, intelectual, etc.). Su falta de humildad es manifiesta. La historia vuelve a desmentirlos: ningún reemplazo de sistema fue debido a un sólo individuo, carismático o iluminado.
Siempre hay alguien que toma la iniciativa y que propone algo nuevo, pero por sí mismo nada podría hacer en el terreno de las realizaciones concretas si no encuentra una masa crítica de seguidores convencidos de la idea y no de la persona que la propone.
La idea debe terminar imponiéndose por encima de la mente en la cual se haya originado. Si (para colmo) el paladín antisistema esgrime ''como propias'' ideas que no son originales suyas, es bastante probable que nos encontremos frente a un impostor, o un oportunista que sólo busca notoriedad y alguna ganancia de orden económico o de otro tipo.
Entonces (y recapitulando lo dicho hasta aquí): todo sistema se altera o se extingue ya sea desde dentro o fuera de él pero, siempre de manera evolutiva. Esta realidad histórica borra del mapa a los sujetos antisistema, los descalifica como ''serios'' y termina con ellos, como la historia ha acabado con todos los fabricantes de utopías que sólo son recordados risueña y compasivamente como ingenuos (en el mejor de los casos) y como hipócritas en el peor. Sólo son memorados, en unas pocas ocasiones, por su extravagancia y excentricidad.
Por otra parte, hay que recordar que no hay un sólo antisistema, por lo cual la expresión en sí misma es ambigua y engañosa. Sistemas hay muchos, y de todo tipo (económicos, políticos, religiosos, filosóficos, etc.). No es malo tomar posición frente a ellos. Casi todos lo hacemos. Quien esto escribe es partidario de unos sistemas y es opuesto a otros.
No es protervo estar en contra de un sistema y defender su opuesto. Esto no es utópico. Lo que entra en el campo de la utopía es lo que venimos señalando antes: creerse un individuo que es el único destinado por la divinidad, el pueblo o el destino como el poseedor de la fórmula mágica para barrer con un sistema y suplirlo con otro en ''lo que canta un gallo''. Y en esto último reside la potencial peligrosidad de esos sujetos, por lo que hay que verlos con recelo, por muy simpáticos que parezcan a primera vista.
Sin embargo, es muy grave cuando un personaje antisistema llega por ventura (y por desgracia) al poder. La historia también muestra varios ejemplos de estos. Mussolini, Hitler, Stalin (y otros menos famosos) se declararon enemigos del sistema capitalista, pero respecto de los dos primeros también del comunista. Por su lado, Stalin, se expuso enemigo del sistema fascista y nazista. El resultado fue una terrible Guerra mundial. Todos ellos a su modo eran antisistema, y modelos vivos de lo que el antisistema consigue en los hechos reales.
A su turno, son muestras claras de como las revoluciones producen resultados transitorios, precisamente por su carácter violento, ya que la violencia de un lado genera como respuesta la violencia del sector opuesto y agredido. Pero, como buenos patrones antisistema, ninguno de ellos se consideraba violento.
Lo más patético -me parece- es escuchar a autoproclamados personajes antisistema expresar públicamente su admiración por otros (tan personajes como ellos) que son representantes emblemáticos del sistema que dicen aborrecer y querer destruir. Por lo menos, Mussolini, Hitler, Stalin (y otros) fueron más coherentes en dicho sentido: jamás pregonaron admiración por sus adversarios sino sólo odio y desprecio. Fueron siniestros, pero coherentes y constantes en sus ideas criminales.
Cuando el antisistema (so pretexto de querer reemplazarlo o destruirlo) ingresa como miembro o parte integrante de lo que amenaza cambiar o echar abajo, pueden suceder dos cosas:
1. El sistema lo absorbe y lo termina transformando en una pieza más del engranaje del mismo.
O bien:
2. El sistema lo termina repeliendo y lo expulsa de su seno.
No otros son los destinos de los paladines del antisistema que conozco.
O se diluyen dentro de lo que quieren combatir, o bien -tarde o temprano- son expulsados de su seno. Y vuelven a elaborar nuevas utopías para reemplazar las anteriores o -en otra hipótesis- se dedican a trabajar productivamente y se dejan de tonterías.
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