Accion Humana

Accion Humana
Revista Digital

Sobre emigrar (2º parte)

Por Gabriel Boragina ©

 

Se suele indicar como una de las causas de la emigración que muchos jóvenes ''se rompen la cabeza'' estudiando y luego no encuentran trabajo de lo que estudiaron.

Mi experiencia como profesor y educador de varios años me permite decir que acá -de un buen tiempo a esta parte- nadie ''se rompe la cabeza'' estudiando. Eso era hace mucho. Pero en los tiempos que corren doy plena fe que en el sistema argentino se llega a tener un título muy fácil. Hay varias causas que -a mi modo de ver- lo explican:

1.                  Hay muchos más centros de estudios hoy que antes.

2.                  La mayor competencia aumenta la oferta y baja el precio.

3.                  La elección estudiantil se orienta a la oferta de menor costo para recibirse más rápido.

4.                  Se sacrifica la calidad por la cantidad de títulos a expedir.

5.                  Reina el facilismo por doquier, tanto en el campo educativo como en el laboral.

6.                  Abundan universitarios en desmedro de otras actividades menos cualificadas.

7.                  Los que están dispuestos a pagar más por recibir una educación de calidad cada vez son menos y no más.

8.                  Todos los institutos educativos están regulados por el gobierno, lo que deteriora agigantadamente la calidad en contenidos y resultados.

9.                  Las profesiones tienden pues a proletarizarse.

Es verdad que hay una cierta tradición por la cual es un orgullo que uno reciba un título universitario a una edad muy joven. Sin embargo, recibir un título universitario a los pocos años de haber terminado el ciclo secundario no transforma por sí mismo al egresado en un profesional. Hay algo muy devaluado y -por ende- soslayado en la sociedad de nuestro tiempo que se llama experiencia. Y a esa edad ni siquiera se tiene experiencia de vida.

En tanto, nos guste o no, lo que el mercado paga no es el título sino la experiencia. Y los jóvenes no la tienen. Hay que hacerla. Es una realidad hasta natural.

Esa es la parte que les disgusta. La mayoría quiere sueldos gerenciales sin experiencia, ni siquiera de vida. Siempre les digo a mis alumnos: no se apuren en recibirse. Mientras estudian busquen adquirir experiencia.

Pero el argentino promedio quiere todo junto: títulos, mucho dinero, lujo, vacaciones pagas, aguinaldos, premios, bonificaciones, prebendas, pero poco o nada de esfuerzo, y si no le dan eso dicen que sus empleadores son unos negreros explotadores, y se van afuera del país pensando que en el exterior no hay negreros explotadores que sólo viven en su imaginación. La mayoría de los que emigran son socialistas.

Y también soy empleador. Y como empleador también puedo dar fe que es muy poca la gente (al menos en Buenos Aires) que quiere trabajar. Pese a las restricciones gubernamentales (que son ciertas y muy fuertes) siempre hay áreas en donde el trabajo sobra. Sin embargo, el argentino promedio quiere ''la fácil''.

El problema de fondo de los que defienden la emigración no es económico, ni político sino cultural.

En rigor de verdad, el teletrabajo ha venido a suprimir o reducir en gran volumen la necesidad de emigrar.

Salvo algunos poco rubros, sobre todo en las tareas eminentemente manuales, el resto de los trabajos se pueden hacen en modo remoto.

Redes sociales laborales -como LinkedIn- muestran a menudo avisos de empresas extranjeras que contratan personal en diferentes países para que trabajen cómodamente desde sus hogares nativos con sueldos en dólares o euros, como si estuvieran trabajando en el exterior, pero con la gran ventaja de hacerlo sin moverse de la silla de sus casas en su país de origen.

Entonces, ¿cuáles son las verdaderas causas de la emigración en los tiempos que corren?

Estimo que hay que buscarlas entre las psicológicas.

Y creo que de ellas la más importante es las crisis en las familias, donde entran a jugar cuestiones de índole emocional.

La ruptura familiar es cada vez más frecuente. Hijos que quieren separarse de sus padres u otros familiares convivientes poniendo cada vez mayores distancias físicas entre ellos.

No son temas económicos, por cuanto los jóvenes que emigran son en su gran mayoría de familias acomodadas o de la mal llamada ''clase media''. No podría ser de otra manera, porque los costos de emigrar son muy altos, sobre todo en los países de menores recursos. No son los pobres los que emigran actualmente porque, sencillamente, si aún quisieran hacerlo, carecen de los medios para ello.

Lo que precisamente ha hecho que los costos de emigrar se eleven es la irrupción de internet y el teletrabajo, que hacen de la emigración algo antieconómico, aun desde el propio punto de vista del emigrante.

Y tampoco, en general, son dificultades políticas, salvo en los países con verdaderas dictaduras como Cuba y Venezuela. En el resto de la región no se ha llegado a esos extremos.

Por supuesto que las razones familiares que atribuimos como causa de los que emigran no son aceptadas en la mayoría de los casos, ni por las familias de los emigrantes ni por estos mismos. Y es -de alguna manera- comprensible que así sea, porque son cuestiones dolorosas, que muchas veces se prefieren ocultar y no hacer explícitas aunque si implícitas.

A ninguna familia le gusta reconocer esta realidad y-nuevamente- es entendible. Entonces recurren a excusas típicas en estos casos: le echan la culpa ‘’al país’’, a los gobiernos, a la mala suerte, al hado, en fin, a todo aquello que no tenga que ver con la verdadera causa: ellos mismos. Sirve también para que los partidos de la oposición le echen la culpa a los partidos en el poder, como a menudo se escucha.

De nuevo reiteramos que, estos conceptos no aplican a los casos límites de países como Cuba o Venezuela, pero, si son enteramente adaptables a otros países como, por ejemplo, la Argentina.

Y esta causa familiar es un problema cultural y de educación que trasciende (y en mucho) lo meramente político y económico.

Los que acusan a la economía y a la política de ser ‘’causantes’’ de la emigración, olvidan que ellos votaron a esos gobiernos que están acusando. Lo que les quita toda seriedad.

2 comentarios:

Carlos Sabino dijo...

Magnífico artículo, Gabriel, mis felicitaciones.

Gabriel S. Boragina dijo...

Muchas gracias, querido Carlos.
Un afectuoso y cálido abrazo.
Gaby

El mito del superávit fiscal

  Por Gabriel Boragina ©   Quienes centran todas sus esperanzas de la buena fortuna económica que se vaticina que se producirá gracias...

Lo más leído