Por Gabriel Boragina ©
La idea de una representación política es una ficción a poco que se examine detenidamente el significado de las palabras involucradas. Vayamos pues al diccionario de la RAE para ello:
representante
De representar y -nte.
1. adj. Que representa.
2. m. y f. Persona que representa a un ausente, cuerpo o comunidad.
3. m. y f. Persona que promueve y concierta la venta de los productos de una casa comercial, debidamente autorizada por esta.
4. m. y f. Persona que gestiona los contratos y asuntos profesionales a actores, escritores, artistas, compañías teatrales, etc.
5. m. y f. p. us. Actor o actriz de teatro.
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representar
Del lat. repraesentāre.
1. tr. Hacer presente algo con palabras o figuras que la imaginación retiene. U. t. c. prnl.
2. tr. Informar, declarar o referir.
3. tr. Dicho de una persona: Manifestar el afecto de que está poseída.
4. tr. Recitar o ejecutar en público una obra dramática.
5. tr. Interpretar un papel de una obra dramática.
6. tr. Sustituir a alguien o hacer sus veces, desempeñar su función o la de una entidad, empresa, etc.
7. tr. Ser imagen o símbolo de algo, o imitarlo perfectamente.
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De los significados que nos da la Real Academia se deriva que la palabra está más vinculada al mundo del espectáculo y de la farándula que al ámbito político.
Desde el momento que todos somos distintos, hasta la acepción 6 de representar luce como imposible, ya que -desde este prisma- tal reemplazo resulta quimérico.
La teoría de la representación política es simplemente un artilugio al cual se debió echar mano para poder sostener el concepto de democracia, pues ésta, en sus orígenes remotos, no era representativa sino que ejercida por los propios ciudadanos; en la antigua Grecia los de la polis, que por cierto no eran todos sino sólo un puñado de ellos o, en el mejor de los casos, quien revistiera el carácter de ciudadano, título que, de una u otra manera, se reducía a un grupo privilegiado de habitantes.
Cuando el sistema se extendió a otras partes y -sobre todo- con el incesante crecimiento demográfico, poco a poco, se fue dificultando el ejercicio político por parte del ciudadano, y se comenzó a recurrir al concepto de ‘’representación’’, donde el ciudadano primero y después (en forma más amplia) el pueblo elegía a aquellos que serían sus representantes y que ejercitarían el poder político en su lugar.
Fue a partir de entonces que se comenzó a distinguir entre la democracia directa y la representativa.
La ''representación liberal''.
La cuestión se pone más peliaguda cuando se quiere hablar del tema en el campo del liberalismo.
En mi opinión, se tratan de términos contradictorios si recordamos lo dicho en cuanto a que todos los seres humanos somos diferentes; esto nos incluye a los liberales, que sólo tenemos en común nuestra adhesión a ciertos principios que encuadran dentro de ese rótulo, pero que admiten desiguales interpretaciones, opiniones y puntos de vista, muchas veces muy disimiles, sea en razón del grado, oportunidad, extensión, intensión, etc. que impide que alguien que no seamos nosotros hable en nuestro nombre con los mismos términos y objetivos que los nuestros.
Esto se hace notable cuando se ha pasado de la etapa del aprendizaje de los conceptos básicos del liberalismo a esferas más elevadas donde se está en condiciones de cuestionar y debatir las disímiles aplicaciones que se pudiera dar a lo aprendido.
Y se dificulta más aun cuando del plano académico quiere pasar al político. No puedo sentirme representado por un tercero por alguna idea que expone y comparto. No me representa esa persona, me representa la idea y no la persona que la muestra. Puedo admirar a alguien que la exprese mejor que otro, pero siempre lo que me representa es la idea y no el expositor.
Lo contrario sería caer en populismo, donde hay un director, jefe, líder o jerarca a quien se le debe rendir el culto mesiánico que este exige y reclama como exclusivo oráculo que decide por sí y ante sí y con reverencia obligada de todos ''qué es y qué no es'' el liberalismo y, sobre todo, ''quién es y quién no es'' liberal.
Entonces, no concibo la idea de una ‘’representación liberal’’ que, necesariamente, debería ser ejercida por una persona, sino la representación de un ideario liberal que opera con independencia de sus eventuales y ocasionales portavoces, y cuyo ámbito de acción es exclusivamente intelectual, personal e individual.
De allí que, he sostenido que en el liberalismo no puede ni debe rendírsele culto a nadie. De otra forma debería dejarse de llamarse liberalismo y correspondería pasar a denominarse populismo, que no es más que una de las tantas variantes del colectivismo.
Repito: puede embelesar la erudición de alguno que otro expositor, su claridad, sencillez, etc. Pero el núcleo siempre es (debería ser) la idea, el tema expuesto y no el sujeto que lo presenta.
No existe pues, a mi juicio, dicha ‘’representación liberal’’ por incompatibilidad con el liberalismo, como yo lo entiendo. Menos todavía una ‘’representación’’ centralizada y unificada en una sola persona que, en realidad, pretende posicionarse como líder populista de un grupo determinado, y que utiliza como discurso (o más bien como pretexto) la doctrina liberal.
Un liberal será confiable en tanto se comporte en forma acorde y coherente con ese ideario, no sólo en el discurso sino -y por sobre todo- en la acción. Pero jamás podría representar a otro liberal, excepto imaginariamente, porque como liberal no necesito quienes me representen, dado que me represento a mí mismo.
Como liberal son esas ideas las únicas que me representan, y no una o varias personas en particular. El liberalismo se representa actuando como liberal y no sólo expresándose como si se lo fuera.
La ‘’representación liberal’’ es imposible -además- porque el liberalismo es anti-poder. Diferencio entre el anti-poder y la anti política. Todo individuo que puede votar tiene poder político. El voto transfiere el poder político de A al candidato votado B.
Lo que se llama ‘’representación’’ en rigor no es eso sino un traspaso de poder de A, a B.
Una vez B en el poder, las leyes le confieren más poder todavía, conque puede hacer más leyes, no sólo para A sino contra C, D, E, etc. y hasta incluso en contra de A.
Lord Acton en el siglo XIX sentenció sabiamente que ''El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente''.
Naturalmente este es mi enfoque, que no es único, ni excluyente de otros.
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