Por Gabriel Boragina ©
El resultado electoral en Argentina abre como venimos diciendo, un futuro preocupante que no deja mucho margen para el optimismo.
Una persona sin apoyos políticos, con una personalidad que, lo más liviano que puede decirse de ella, resulta extravagante, surge electa ante la paupérrima falta de opciones que sean menos aconsejables que ella.
Con propuestas y declaraciones contradictorias sobre qué acciones irá a tomar (como si las pudiera materializar por su propia y exclusiva cuenta y voluntad) no puede menos que dejar preocupado al pensador serio y ecuánime que tenga sus pies bien afirmados sobre el suelo y la realidad.
Como ya es tradicional en Argentina, no se elige al mejor sino que, de entre los peores, se opta por el que menos lo parece. Es como que nos dieran a preferir una manzana de entre un cajón de manzanas en mal estado. Nos inclinaremos, naturalmente, por la que parezca menos estropeada.
Y estos comicios no han sido excepción a esta triste regla.
Y no es que no estemos deseando éxitos a su gestión sino que tratamos de proyectar las posibilidades concretas de ella, en un marco socio-cultural que no responde al plafón ideológico pregonado por el partido ganador.
Algunos apresurados han proclamado un ''cambio de paradigma'' en el país. ¡Pantomimas! ¡Ojalá los paradigmas pudieran cambiarse simplemente a través de una elección política!. En realidad, ningún cambio de paradigma ha habido, por cuanto, como tantas veces hemos expresado, los paradigmas cambian evolutivamente, como lo han anticipados sesudos pensadores como Friedrich A. von Hayek, Thomas Kuhn y otros.
Para darnos cuenta del exabrupto que implica decir que esta elección refleja un cambio de paradigma, será oportuno recordar la definición que nos brinda el diccionario de sociología y que dice :
PARADIGMA: representación de un modelo fundamental, de una imagen básica del objeto de una ciencia. Sirve para definir lo que debe estudiarse, las preguntas que es necesario responder, cómo deben preguntarse y qué reglas deben seguirse para interpretar las respuestas obtenidas.[1]
Por lo demás, también dijimos en varias ocasiones que las elecciones no son causa sino efecto de los fenómenos políticos. Son meros accidentes, o como síntomas que denotan cual es el estado político social de ese momento puntual. Esta es una idea impopular, sobre todo en sociedades paternalistas/infantilistas como la argentina. Es decir, donde el estado-nación se concibe como un gran padre y los ciudadanos como sus hijos, quienes les deben obediencia estricta a cambio de protección, mantenimiento y cuidados. Este fenómeno ha sido más conocido como el del estado-benefactor o de bienestar.
Popularmente, el resultado de una elección se lee como un efecto definitivo y concluyente, destinado a ‘’perpetuarse en el tiempo’’. De allí la popularidad de la errónea noción de ''cambio de paradigma'' que se le atribuye.
El partido ganador agita la bandera de la ‘’libertad’’ en medio de un pueblo que pocas veces ha creído en ella y, quizás lo más importante, cuyas instituciones políticas, jurídicas y económicas están bastante más alejadas de esa práctica que, como discurso puede valer sólo como un repertorio de buenas intenciones. Pero poco más que eso.
Si hay un paradigma en la sociedad argentina, es su marcada intolerancia hacia el otro, y el partido que alardea de ''representar a la libertad'' ha hecho gala durante su campaña de esa típica intolerancia argentina.
¿Cómo ha sido posible este desenlace?.
En parte ya lo hemos explicado : en Argentina el gobernante surge por abstención. Los mejores no son nunca los que compiten, ni los que llegan a la recta final. En parte, porque están abocados a producir, y la función pública es -por definición- la más improductiva de todas las actividades humanas. Este es un incentivo muy importante para no perder su tiempo en política. Pero los mejores siempre son una minoría en cualquier sociedad.
La mayoría persigue el ‘’empleo’’ fácil o (mejor todavía) la retribución (que, en rigor, no es tal) sin trabajo alguno. De allí, la filosofía que deriva en el estado ''benefactor'' o de ''bienestar''.
Es fácil, entonces, en ese marco la aparición de candidatos que están dispuestos a medrar del estado/nación y, a su amparo, proteger y protegerse ellos mismos de la competencia mercantil. La función estatal es, pues, para este tipo de gente la ocupación ideal.
Por otra parte, el candidato principal del partido ganador, surgido prácticamente de la nada misma, sin antecedentes, ni políticos, ni académicos dignos de relieve, fue instalado por importantes grupos empresarios que lo promovieron constante e incesantemente en los medios de difusión, con una frecuencia inusitada y una intensidad tal que consiguieron no solamente hacerlo un personaje conocido sino que hasta lograron insertarlo en el inconsciente colectivo con una técnica muy semejante a la difundida como publicidad subliminal.
Estas técnicas son acreditadas como una forma de manipulación, la que, nuevamente, de conformidad con el diccionario de sociología define:
MANIPULAR: intervenir con medios hábiles y a veces arteros en la política, en la sociedad, en el mercado, etc., con frecuencia para servir intereses propios o ajenos./Alterar en forma fraudulenta o ilegal por medios artificiosos.[2]
No es difícil, (en una personalidad política inmadura como la del argentino medio) crear la imagen de un líder carismático que, además, se vende públicamente como algo ''nuevo'' cuando, en realidad (y ya entrando en el campo de las ideas) se trata de un reciclado de cosas previamente existentes, pero presentadas de otra manera cosméticamente atractivas.
Resulta un verdadero enigma saber cuál será el desempeño político de un partido que dice ser ''libertario'', en un marco político sociológico y económico claramente anti libertario. Conducido, por lo demás, por una persona sin experiencia política, de mediocres para abajo conocimientos económicos (siendo economista) sin dotes visibles para el cargo que va a ocupar, y con los desarreglos temperamentales que ya hemos señalado, que tampoco lo hacen idóneo para la convivencia política con los que serán su oposición.
El tema importa, porque para el argentino promedio la personalidad de su líder es la que define la política a seguir. Todo, absolutamente todo, depende de ella.
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