Por Gabriel Boragina ©
El gobierno argentino dice adscribir a la filosofía del movimiento libertario cuyo creador y máximo inspirador es el economista norteamericano Murray N. Rothbard.
Como vemos, resulta bastante curiosa y contradictoria la postura del gobierno, ya que el solo hecho de estar ocupando uno de los tres poderes del estado argentino lo estaría excluyendo de manera automática de ese movimiento y de su filosofía.
Veamos algunos pasajes donde el mismísimo Rothbard explica cuál es esa filosofía:
Sabemos, por infinitos ejemplos y experiencias, que los hombres poseídos del poder, antes que separarse de él harán cualquier cosa, incluso lo peor y lo más oscuro, para mantenerlo, y casi ningún hombre en la Tierra pudo dejarlo, siempre que le fuera posible llevar adelante todo a su propia manera [...]. Esto parece seguro: «que el bien del mundo, o de su gente, no fue uno de sus motivos para continuar en el poder, o para renunciar a él».[1]
Aquí Rothbard nos define que es un anti libertario: un hombre que está en posesión del poder, a la vez que describe como proceden los hombres poseídos del poder: una vez que lo obtienen por nada del mundo lo quieren dejar. Debemos suponer que los ‘’libertarios’’ que están ahora en el gobierno conocen a la perfección este párrafo de su maestro y máximo mentor según ellos.
Sigue Rothbard de este modo:
Es propio de la naturaleza del poder estar siempre usurpando y convirtiendo a todo poder extraordinario, otorgado en momentos particulares, y para ocasiones particulares, en un poder ordinario, para usarlo en todo momento, y aun cuando no haya ocasión alguna, nunca se separa voluntariamente de cualquier conveniencia [...].[2]
Causalmente, el poder ejecutivo argentino acaba de pedir al poder legislativo que le otorgue esas facultades extraordinarias para hacer lo que le venga en gana (ver Los poderes absolutos (o ''El fin justifica los medios'').
Como se aprecia, resulta bastante extraño el libertarianismo esgrimido por el gobierno argentino. Más bien, M. N. Rothbard nos está avisando que es lo que vendrá de obtener esos poderes absolutos.
Pero la degeneración del liberalismo no consistió simplemente en una toma de posición y en una estrategia, sino que también cambiaron sus principios, porque los liberales se conformaron con dejar en manos del Estado el poder bélico, el poder educativo, el poder sobre el dinero y los bancos, así como sobre las rutas; aceptaron cederle al Estado el dominio sobre todas las palancas de poder en la sociedad.[3]
Si bien M. N. Rothbard habla aquí de los liberales de los EE.UU., bien puede servir de predicción de lo que podría ocurrir (y ya aparenta estar ocurriendo) con los ‘’liberales’’ gobernantes argentinos.
En contraste con la hostilidad de los liberales del siglo XVIII hacia el Ejecutivo y la burocracia, los liberales del siglo XIX toleraron e incluso aceptaron de buen grado la acumulación de poder por parte del Ejecutivo y de una cantidad de empleados del Estado afianzados en la oligarquía y en la burocracia. [4]
Figura que nuestros liberales del gobierno local van por ese camino (del siglo XIX) teniendo en cuenta que la burocracia referida no es a la del Estado sino a la del poder ejecutivo únicamente. Está claro que los superpoderes que pretende el ejecutivo requieren de una burocracia exclusiva de ese poder, mayor que la actual.
Preferir una eliminación gradual antes que la inmediata abolición de una institución perversa y coercitiva equivale a ratificar y confirmar ese mal y, por ende, a violar los principios libertarios[5]
El gobierno actual prometió la eliminación del banco central, la dolarización de la moneda en reemplazo del peso, vouchers educativos, libre tráfico de órganos, drogas, de armas, privatización de empresas, calles, caminos, rutas, mares y hasta de ballenas, entre otras propuestas por el estilo, y utilizó la metáfora de la motosierra para graficar a su electorado como iba a desguazar al estado/gobierno. Sin embargo, a 30 días de asumido, nada de eso ha ocurrido y, supuestamente, tampoco ocurrirá, si tenemos que en cuenta que estas propuestas de campaña no se encuentran incluidas en su proyecto de " ley ómnibus" elevado al Congreso.
Continúa M. N. Rothbard cuando diferencia entre libertarios puros y utilitaristas:
mientras los libertarios partidarios de los derechos naturales, que buscaban la moral y la justicia, se aferraban militantemente a un principio puro, los utilitarios sólo valoraban la libertad como conveniente para lograr un propósito determinado. Y como la conveniencia puede cambiar, y de hecho cambia según las circunstancias, será fácil para el utilitarista, que calcula fríamente el costo y el beneficio, caer en el estatismo una y otra vez según los propósitos que persiga, y así dejar de lado los principios. Precisamente esto es lo que les sucedió a los utilitaristas benthamitas en Inglaterra, a quienes, comenzando con un libertarianismo y un laissez-faire especial, les resultó siempre más sencillo deslizarse cada vez más hacia el estatismo.[6]
Como que esta metamorfosis también ha sucedido en el caso argentino. En efecto, el discurso de campaña y sus consabidas promesas fueron el de un libertarianismo puro. Obtenido el gobierno, parece observarse la misma transformación hacia un utilitarismo benthamita de orden más pragmático y estatista.
Un ejemplo fue la búsqueda de una cantidad de empleados del Estado y un poder ejecutivo «eficientes», y por lo tanto fuertes, una eficiencia que se hizo prioritaria y de hecho reemplazó a cualquier concepto de justicia o derecho. [7]
El desprecio del PEN que exhibe hacia los poderes legislativo y judicial, indica que aspira a fortalecer su propio poder en desmedro de los dos poderes republicanos restantes, para lo cual necesita empleados afectados precisamente a ese fortalecimiento.
En la actualidad, la economía de libre mercado está colmada de apelaciones al gradualismo, de desdén hacia la ética, la justicia y los principios consistentes, y de cierta predisposición a abandonar los principios de libre mercado ante la caída de la relación costo-beneficio. Así pues, los intelectuales por lo general consideran que la actual economía de libre mercado es visualizada como meramente la disculpa de un statu quo ligeramente modificado, y esas acusaciones son, con demasiada frecuencia, ciertas[8]
Naturalmente la Argentina no es una economía de libre mercado (lejos esta de serlo) y difícilmente pueda llegarse a ella en forma instantánea o gradual en vista a los obstáculos que la propia Constitución de la Nación le opone.
[1] Murray N. Rothbard. For a New Liberty: The Libertarian Manifesto. Macmillan, New York, (ISBN 13: 9780020746904). Pág. 18-19
[2] Rothbard, M. ibidem pág. 18-19
[3] Rothbard, M. ibidem pág. 31
[4] Rothbard, M. ibidem pág. 31
[5] Rothbard, M. ibidem pág. 31
[6] Rothbard, M. ibidem pág. 31-32
[7] Rothbard, M. ibidem pág. 31-32
[8] Rothbard, M. ibidem pág. 33
No hay comentarios.:
Publicar un comentario