Accion Humana

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Revista Digital

En manos de incompetentes


Por Gabriel Boragina ©

A la par que las instituciones republicanas se degradan exponencialmente por la bajísima calidad de las personas que las ocupan, la economía no encuentra salida. ¿Se perdió la brújula o nunca realmente la hubo?

Precios que no dejan de subir, salarios reales que no dejan de caer, oferta de bienes y de servicios que se retraen, inversiones que no aparecen por ninguna parte, combinados con una inflación que el gobierno se empeña en disimular, marcan un panorama muy poco alentador para lo que vendrá.

Que el famoso ajuste pasa solamente por el sector privado ya no es una novedad. Si hubiera sido cierto que el ajuste se iba a hacer pasar por el sector público (como enfáticamente no cesó de prometerse durante la campaña electoral) el impacto de la subida de precios no hubiera sido tan brusco, evidente, sostenido, ni persistente, porque se hubiera ‘’licuado’’ mediante una transferencia de ingresos del sector estatal al privado. Pero no fue eso lo que viene ocurriendo desde diciembre hacia aquí. Y cuanto más rápido se hubiera hecho, más rápido se hubieran ‘’licuado’’ esos crecimientos de precios.

Pero no hay un ajuste de oferta y demanda, sino que hay una retracción de la demanda por aumento de precios que no se ajusta con un congruente acrecentamiento de oferta. Al subir el precio, y contraerse la demanda, la oferta no tiene incentivos para aumentar la cantidad, justamente porque la demanda no crece en la misma o mayor proporción. Bajo esta óptica la palabra ajuste adopta un sentido diferente.

El problema radica que liberación de precios no implica sólo a los precios máximos, también deben incluirse los mínimos que, quizás, sean más extendidos que los primeros. Es fundamental para que el sistema de precios funcione que todos los precios sean liberados a la vez y de una sola vez. No sirve hacerlo de manera gradual y menos todavía excluyendo sectores. Porque al hacerlo así se crean continuos ‘’cuellos de botella’’ que son factores de distorsiones permanentes.

La existencia de franjas muy importantes de la economía protegidas con precios mínimos es un fuerte incentivo para que la oferta de bienes no se incremente sino, a la inversa, que se restinga aún más. Un caso típico es el del mercado laboral, un sector fuertemente regulado por multitud de leyes laborales que económicamente operan como un enorme precio mínimo que torna inflexible el mercado e impide la nivelación de precios hacia un punto de equilibrio. Porque, expande la oferta de trabajo y contrae su demanda.

Como la economía es semejante a un sistema de vasos comunicantes y el mercado laboral es uno en el que necesariamente participan casi la totalidad de los restantes, se comprenderá fácilmente que su regulación hace prácticamente inoperantes las posibles desregulaciones que se quisieran hacer en los demás.

Por ejemplo, las recientes liberaciones de precios en el mercado de salud sólo están mostrando súbitos aumentos de precios en las mensualidades que cobran las empresas de medicina prepaga en volúmenes astronómicos, que desde diciembre hasta la fecha han mostrado incrementos del 333,33% o, en algunos supuestos, mayores. Y no se visualiza que se detengan.

Otro tanto puede decirse del rubro telecomunicaciones, donde las tarifas han trepado de manera sideral. El fenómeno se combina con el hecho de que, tanto en un caso como en el otro, se tratan de renglones monopólicos u oligopólicos, lo que, obviamente, restringe la entrada de nuevos competidores creando verdaderos mercados cautivos que contribuyen a que los precios, una vez liberalizados, no hagan más que ascender sin límite, y sin acceder a nuevas inversiones en el sector, lo que habilita subas aún más grandes.

Mientras tanto, al transitar las calles, se observan más personas durmiendo sobre deshilachados colchones y aun en el pavimento desnudo mismo.

El no comprender estas cuestiones es lo que hace que el improvisado y torpe gobierno argentino siga yendo a los tumbos. Paradojas de un gobierno encabezado por un ‘’economista’’ que parece no saber mucho de economía, contando con el agravante, además, de sus aires despóticos.

Todo revela una profunda incomprensión del funcionamiento del mercado, a la par que pone al descubierto que el encendido discurso ‘’liberal’’ de la campaña electoral no era más que pura retórica. Y vuelve el permanente interrogante: ¿ignorancia o mala fe?. ¿Ambas?

Por supuesto, como tantas veces explicamos, en todo gobierno siempre hay un ribete de favorecidos y otro de perjudicados. Por eso dijimos que el liberalismo es discordante con cualquier tipo de gobierno y, en ello, estamos en la buena compañía intelectual del profesor L. v. Mises, quien lo expresó en sus numerosos escritos de diversas maneras.

Por definición, el liberalismo es un sistema donde todos se benefician (si bien, por supuesto, en distintas magnitudes, pero nadie a costa del vecino).

Mientras tanto, es lógico que los agraciados con las políticas del poder hablen bien de él, y que los perjudicados lo hagan mal. Pero el análisis imparcial es el que se hace con independencia de la situación personal de cada uno, de sus amigos, conocidos o familiares. Que el árbol no nos impida ver el bosque.

Es haber comprendido los principios filosóficos del liberalismo lo que ha permitido a profesores de la talla de L. v. Mises incompatibilizar el liberalismo con el gobierno en cualquiera de las formas que este último adopte. Otros autores, de tendencia liberal, en cambio, si bien miran con desconfianza al poder político, no son tan terminantes como el ilustre catedrático austriaco.

Hay una tensión continua entre el poder y la libertad, que hace que estos se enfrenten cuando ambos se encuentran en el área social. Y destacamos este último aspecto porque, en lo individual la libertad no es más que el poder de hacer lo que uno desea, lo que halla su límite, a su vez, en el mismo poder que tiene el prójimo. Estos límites recíprocos al poder de cada uno que hacen que ese poder se limite, en última instancia, al gobierno de sí mismo, es lo que configura la esencia del liberalismo.

Y es justamente lo que el gobierno argentino actual, como tantos otros en tantas otras partes, no entiende.

Como siempre, esperamos que no sea tarde cuando lo comprenda y que ello sea pronto.

 

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