Accion Humana

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Revista Digital

El dato clave del análisis político-económico

 


Por Gabriel Boragina ©

 

Prácticamente todos los análisis políticos económicos que se leen o escuchan (sobre todo en América latina) tienen en cuenta siempre como núcleo de tal a una sola persona, que en líneas generales casi siempre coincide con el que, al momento, sea el jefe de estado de un determinado país. 

¿Podrá fulano hacer esto o lo otro? ¿será capaz de tal cosa o tal otra?, y preguntas por el estilo enfocan la mira sobre el sujeto en cuestión.

Si bien son preguntas importantes y el liderazgo del fulano o del mengano son una cuota a considerar en el destino de los asuntos políticos económicos de un lugar, hay un elemento que, a mi juicio, es más significativo todavía, y del que suele prescindirse, y ese es el componente social.

Si tenemos en mira este aspecto, las preguntas a hacerse (y que debieran ser complementarias de las anteriores) son ¿cuál es el signo político económico de esa sociedad dónde fulano pretende ejercer su poder? ¿se complementan las ideas de esa sociedad con la de su ocasional director? O, por el contrario, ¿se contraponen?

Porque, en definitiva y siguiendo la línea de pensadores, como Ludwig von Mises, son las masas las que -en última instancia- dirigen sus propios destinos, aun sin que esas masas sean conscientes de ello.

Es cierto que el rol del ocasional director es muy sustancial. Pero también hay que tener en cuenta que no todas las sociedades son iguales.

Hay pueblos cultos e incultos, sumisos y rebeldes, de la misma manera que encontramos personas con esas características y, a menudo, olvidamos que si hay personas así, las sociedades en las que ellas están insertas no podrían comportarse de una forma distinta, porque esas sociedades no son más que los resultados de los miembros que las componen. Son su espejo.

La experiencia latinoamericana ha mostrado, en el largo plazo, que esas sociedades en su conducta política y económica son mutables, oscilantes. Lo que revela que (a diferencia de las europeas del nuevo siglo y -en menor medida- de la norteamericana) son inmaduras y (como también las he denominado buscando una analogía con el comportamiento individual) adolescentes.

La sociedad argentina no escapa a esta regla sino que es un excelente ejemplo de lo que digo. Y su síntesis está en lo hemos definido como el ciclo izquierda-derecha que sigue en sus decisiones electorales.

Este comportamiento, aunque irracional en el fondo, pretende tener una lógica. Desde que se recuperó el ejercicio del sufragio (que para mí no es lo mismo que decir -como de ordinario se dice- que ‘’volvió o retornó la democracia’’ porque no es igual) puede notarse que la gente que una vez votó a la izquierda luego de un tiempo (y en la siguiente o subsiguiente ocasión de sufragio) lo cambia por la derecha.

Un amigo que confesó no tener afiliación ni partidaria ni ideológica, intentó justificar esta su forma de votar (una vez a la derecha y otras siguientes a la izquierda) en la circunstancia de que de esta manera el gobierno, en el largo plazo, se balanceaba. Una especie de combinación ''perfecta'' (según él) que le daba ‘’oportunidad’’ a todas las expresiones ideológicas de turnarse armónicamente en el ejercicio del poder, y que siempre, según él, en el recuento se lograba el equilibrio.

Esta manera pueril de ''razonar'' es la que se observa generalmente en Argentina, y también en otros países de la región. Pero no es privativo de la misma sino que también en el resto del mundo, aunque lo que en otros lares es izquierda-derecha esta más mitigado y también tiene otros significados.

Entonces, creo que la pregunta no debería ser tanto qué es lo que fulanito llegado al poder puede hacer sino ¿qué es lo que la sociedad le va a permitir o dejar hacer?.

La experiencia también muestra que la sociedad argentina no es demasiado paciente política y económicamente hablando. Busca soluciones rápidas, concretas y prácticas. Y si no las obtiene, si bien tiene una gran capacidad de tolerancia y ha soportado gobiernos de impresentables notorios, no vuelve a darles el voto después de un cierto número de expectativas fracasadas.

Ahora bien, volviendo a los análisis, comentarios, opiniones políticas y económicas, que giran en más de un 90 por ciento en el ''el jefe'' o ‘’el líder’’, no es más que un síntoma de populismo que impregna todos los sectores sociales y (en particular) los medios de difusión y comunicación y sus operadores de los cuales la gente depende en gran medida.

Es que a la gente común sólo le importa eso y casi exclusivamente consume eso. No está interesada en pensamientos profundos, ni en insondables teorías políticas, y menos aún económicas. Es el día a día lo que absorbe su atención. No los sustratos teóricos en lo que se apoya la coyuntura que vive.  

Claro que, a mi juicio, este nivel de análisis popular es muy pobre, poco profundo y -en definitiva- no conduce más que a conductas reiterativas, que se traducen en repetir errores, sin aprender nada de ellos.

Sin embargo, la cuestión consiste en darse cuenta que, revertir esta característica general de pensar y actuar en consecuencia, será el producto de un largo proceso educativo pero, por sobre todo, reeducativo, donde la tarea de reaprender será más costosa, por todo lo que (en primer lugar) se debe desaprender.

En cuanto a la actual coyuntura argentina, reiteramos nuestras serias dudas sobre si las intenciones del gobierno sean liberales o no, pero suponiendo que lo fueran (no parece ser el caso) insistimos en la necesaria convicción popular sobre las bondades del liberalismo como para dar apoyo a las políticas, y no observamos por ninguna parte (hablando con la gente de todos los niveles) que esa esa convicción y certeza sobre los beneficios del liberalismo, exista.

La argentina es una sociedad no sólo infantil sino utilitaria. No se detiene a pensar en beneficios hipotéticos sino concretos, palpables, y en el corto plazo. Si no los obtiene, no tarda en retirar su apoyo, sea quien sea el que gobierne.

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