Accion Humana

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Revista Digital

Las señales del mercado

 


Por Gabriel Boragina

 

Las vinculaciones entre política y economía son evidentes por sí mismas, pese a que muchos tratan de desligar.

Fue el maestro Ludwig von Mises quien destacó (entre varios importantes autores de la Escuela Austríaca de Economía) que la democracia política deriva de la democracia de la economía de mercado y no a la inversa.

He señalado (en otras partes) los paralelos entre, los que llamé, el voto político y el económico.

L. v. Mises explica cómo la democracia de mercado es la que elige quién va a producir tales o cuales bienes mediante el voto que cada consumidor hace diariamente al comprar o abstenerse de hacerlo. El empresario que acumule más ''votos'' (ventas) será el elegido, pero el poder siempre residirá en el consumidor, siempre y cuando, claro está, el mercado sea libre.

Yo he tomado ese símil y lo he aplicado a la democracia como sistema político, lo que permite, a mi juicio, medir el grado de apoyo que tiene un gobierno determinado a lo largo de su permanencia en el poder.

Este indicador me parece más exacto que el que usan los encuestadores con sus incomprobables y dudosos ''sondeos de opinión'', porque aquel es más representativo, confiable y cuantificable que estos últimos.

Por otra parte, los resultados económicos son visibles para todo el mundo y casi para cualquier persona que pueda discernir un poco.

Hay señales inequívocas de la marcha de la economía, reflejada en parámetros tales como la cantidad de comercios que abren o cierran sus puertas en X cantidad de tiempo; los asalariados pueden medirlo fácilmente por la suba o baja de sus salarios; el ama de casa en el supermercado al hacer las compras cotidianas para el hogar; etc. En una palabra, a través de ese tablero de señales (como lo llamó el premio Nobel de economía Friedrich A. von Hayek) denominados los precios.

En Argentina, todos esos indicadores son negativos. Lo eran antes de las elecciones de diciembre último y lo son ahora, e incluso más.

Por ejemplo, la cantidad de familias durmiendo en las calles, en pleno invierno, ha crecido en un número de 300 desde diciembre a esta parte, según estimaciones del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Se trata de una realidad tangible que sólo con recorrer algunas calles y avenidas céntricas puede observarse por cualquiera. La repentina desregulación del precio de las locaciones sin que se viera acompañada por una suba sustancial de salarios que permitiera afrontar los altos alquileres ofrecidos, más la ausencia de reactivación de la industria de la construcción ha contribuido a agravar el fenómeno de la falta de vivienda para cada vez más personas que han traspasado la línea de pobreza hacia abajo.

Los autores de la Escuela Austríaca de Economía han puesto de resalto, e, insistido que en una economía sana los precios bajan, exceptuando los salarios que tienden al alza por efecto de la competencia desatada entre los empresarios por el siempre escaso factor trabajo, necesario para toda actividad humana mercantil.

Sin embargo, en Argentina, los precios continúan subiendo, aun cuando el gobierno anuncia dudosos índices de inflación que muestran ''bajas'', en tanto los salarios reales o descienden o, en el mejor de los casos, persisten invariados, pero nunca en aumento. Basta recorrer cualquier supermercado, o hacer las compras diarias para comprobarlo.

Se ven comercios bajar sus persianas a poco de haberlas abierto, ya que las ventas caen estrepitosamente por el poco poder adquisitivo de los salarios, al tiempo que los alquileres liberados solamente para los propietarios, hace que las locaciones sean impagables para pequeños y medianos empresarios y comerciantes.

Por el lado externo las rigideces prosiguen a la orden del día, y el mercado subsiste cerrado (curioso en un gobierno que se jacta de ''liberal/libertario''). El tipo de cambio continúa alto y en acrecentamiento, lo que alienta las exportaciones y desalienta las importaciones impidiendo el equilibrio de mercado del comercio externo, agravado por el mantenimiento del llamado ''cepo cambiario'' que restringe la compra/venta de dólares, lo que induce a la creación y afirmación de un mercado negro (o paralelo) de cambios. El cuadro, como se advierte, lejos esta de encaminarse hacia un sistema liberal como el incansablemente pregonado por el gobierno.

Estas señales contradicen de plano la propaganda oficial. Por ejemplo, se informan incrementos en las reservas del banco central, lo que refuta el aumento del dólar paralelo, y sigue sin explicar la prolongación del control de cambios impuesto por el anterior gobierno peronista .

Por su lado, el elevación del precio de la divisa implica una falta de confianza hacia la moneda local, la que siendo la oficial conlleva la misma suspicacia hacia el gobierno que la mantiene. Este indicador es mucho más creíble que cualquier ‘’sondeo de opinión’’ de cualesquiera encuestadora de las que continuamente pululan en las noticias.

Estas señales tienen una clara lectura política de rechazo por parte del mercado hacia la actual gestión. Un mercado que sobrevirá al actual gobierno, pero puede determinar su suerte en la medida que el poder no cambie de rumbo y se alinee al trazado por el mercado mismo.

Los muchos gobiernos que han ignorado señales de este tipo, o bien quisieron suprimirlas enfrentándolas o disimulándolas, fracasaron y -más tarde o más temprano- cayeron y fueron reemplazados por otros. Y son estos los indicadores a los que el gobierno debe prestar atención y no a las dudosas encuestas y sondeos de opinión, los que muchas veces (o quizás las más) son elaborados, preparados y difundidos por el mismo gobierno o sus adláteres quienes, vendidos por ''un plato de lentejas'', siempre están prestos a ''dorarle la píldora'' al poder de turno.

De allí, los ejércitos de trolls que inundan las redes sociales, donde el poder trata de sembrar su propaganda de un ''éxito'' que no se observa por ninguna parte.

Sin duda, habrá quien se está beneficiando con las políticas implementadas. Siempre los hay en todo gobierno. Pero lo que nos interesa no son los pequeños grupos favorecidos sino la sociedad en su conjunto. Y desde esta óptica las cosas no podrían estar peor. O si, podrían. Esperemos que no lo sea.

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