Accion Humana

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Revista Digital

Acerca del corto y largo plazo

 


Por Gabriel Boragina ©

 

El repetido argumento por el cual se dice que como "el gobierno lleva poco tiempo en el poder no se le debe hacer objeto de crítica alguna sino esperar los resultados" sólo sería cierto en el caso de que la tendencia de lo realizado hasta el momento fuere en favor de lo pregonado durante la campaña política y en base a lo cual fue elegido.

Pero pierde validez cuando la tendencia de lo efectivamente ejecutado durante el mucho, mediano, o corto tiempo que lleva gobernando va en contra abiertamente de lo proclamado durante la campaña política. Este, precisamente, es el caso del actual gobierno argentino.

Por otra parte, hay otro engaño en criticar a los que critican. Es auto contradecirse, porque afirmar que no se puede criticar al gobierno no es más que una contra crítica, con lo cual, aquel que contra critica se autocontradice y se desautoriza a sí mismo.

Y otro error más, consiste en creer que las consecuencias son siempre a largo plazo. Con este argumento las tiranías se han perpetuado en el poder durante decenios, y ahí siguen.

En realidad, todo lo que un gobierno hace (o no hace) siempre tiene secuelas en el momento inmediato en que lo hace o no. Si los efectos en el corto plazo son malos ¿qué razón hay para creer que siguiendo el mismo camino que llevó a ellos, en el largo plazo, serán mejores? ¿Cuál es la fórmula mágica por la cual lo que falló en el corto plazo triunfará en el largo plazo mientras la política que condujo al fracaso se mantiene y no se cambia? Porque malos medios llevan a malas derivaciones y, en este punto, si ello se advierte en el corto, mediano, o largo plazo, es por completo irrelevante.

El plazo de las resultas de cualquier cosa depende del número de casos en que se aplique la medida que las provoca. Los resultados serán más rápidos y visibles cuando el número de casos es menor, y -por contrapartida- menos rápidos y perceptibles cuando ese número sea mayor.

Pero si los productos son malos en un número pequeño de casos no hay razón lógica alguna para suponer que vayan a ser mejores a medida que el número de casos se extienda. Porque la bondad o maldad del remedio que se emplee no depende en manera alguna de la cantidad de casos en que se lo haga. Si algo es nocivo, lo será tanto en menor como en mayor escala. El número de casos no hace la diferencia en cuanto al remedio en cuestión, sólo habla de la extensión del mal. Beber cianuro no mejorará el estado de salud cuanto más sean las personas que lo tomen. Sólo que las que primero ingirieron la bebida serán los primeros afectados, y los que los sigan en el largo plazo sufrirán las mismas consecuencias. No optimizarán su salud simplemente porque su número sea mayor. He aquí la falacia de suponer que las malas políticas darán mejores frutos cuanto mayor sea el tiempo en que se las ejecuten o lleven a cabo.

Y por lo demás, si los malos desenlaces en el corto plazo no llevan a un violento cambio de timón para mejorarlos en el mediano plazo ¿qué garantía hay que vayan a ser buenos en el largo plazo?

Añádase a lo anterior que, las políticas buenas se esparcen a la misma velocidad que las malas, porque -tanto unas como las otras- tienen ambas un efecto dominó.

Todas estas falacias que los críticos de los críticos al gobierno callan o no aplican son las que los desautorizan de plano. Ello los demuestra cómo solamente una horda de fanáticos, o de ingenuos que se esfuerzan por defender lo indefendible, vaya uno a saber por qué razones. Es que, si así consiguen algún rédito personal se los puede entender aunque no justificar por su falta de honestidad intelectual. Las otras posibilidades son que sean cándidos o directamente minusválidos mentales, en cuyo caso no hay mucho que hacer hasta que no salgan por sí mismos o con ayuda clínica profesional de esos estados mentales discapacitados.

Lo cierto es que, sea como sea que se lo quiera ver, la economía argentina va por mal camino, y no se dirige en el rumbo prometido por las actuales autoridades que, en el mejor de los casos, tienen una economía estancada en un punto alto de recesión, y ninguna de las medidas de raíz que con ardor se prometieron en campaña se están llevando a cabo. El tiempo, en este contexto, es irrelevante. Lo preocupante es el rumbo equivocado, cuando es contrario al prometido.

Como dijimos muchas veces, en dicho escenario adverso, un gesto de honestidad y auténtico patriotismo sería la renuncia. Dar el paso al costado. Admitir las propias incapacidades; decir honestamente a la población que no se calibró bien el estado de la situación, o que se prometió algo que se sabía no se iba a poder cumplir. O quizás más valiente todavía, decir que, en realidad, se estaban proclamando consignas "liberales" en las cuales, en última instancia, no se creía o no se conocían a fondo.

Pero seguir así es sólo un engaño más para los argentinos, que en su infinita ingenuidad y adolescencia política votaron esperanzados en un cambio que no aparece por ninguna parte. Y no hay razones válidas para creer que siguiendo por este camino alguna vez vaya a vislumbrarse, por aquello tan repetido de que el camino al infierno está empedrado con las mejores intenciones.

Si durante la campaña electoral se han predicado hasta el cansancio las bondades del liberalismo y la economía libre, no tiene sentido, una vez obtenido el poder, mantener medidas antiliberales o intervencionistas de pasados gobiernos o, peor aún, profundizarse en ellas, mintiendo sobre que, en el largo plazo, esas políticas antiliberales conducirán finalmente hacia el liberalismo y la libertad tan ansiada. Se trata claramente de una estafa moral e intelectual a costa de la ciudadanía toda.

Es bastante torpe o cínico suponer que el intervencionismo soluciona los problemas del intervencionismo y, por esa razón, se lo mantiene, ya que para ser coherente (si se sostiene esa teoría) no hay razón lógica alguna para desmantelar el intervencionismo y llegar al liberalismo, sino al revés. Sin embargo, la primera es la tesis del gobierno argentino una vez llegado al poder y hasta el presente.

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