Por Gabriel Boragina ©
No hay demasiado para comentar sobre la actualidad económica argentina. Siguen sin producirse los grandes cambios ''libertarios'' prometidos con fervor inusitado desde la campaña prelectoral y, por consiguiente, se profundiza la desesperanza de los que creyeron que podían hacerse realidad. Nosotros no nos incluimos en ese grupo, porque nunca lo creímos, por todo lo que venimos explicando desde hace tiempo en esta columna
Ni el personaje que hoy encabeza el poder, ni el contexto histórico-político del país hacía creíble que el paraíso liberal (fuertemente publicitado desde los medios) pudiera ser obtenido como por arte de magia como con insistencia nos prometía desde la tribuna, sobre todo periodística, porque no hay que olvidar que, si por algo llegaron el poder fue por la inestimable colaboración propagandística mediática que le permitió de ser un simple y mediocre panelista a llegar a ser candidato y, finalmente, alzarse con el poder. Algo posible creo que solamente en Argentina, que ya atravesó por paradojas semejantes.
Pero si faltaban esas calidades y cualidades bien las podría haber suplido rodeándose de auténticos liberales (que los hay en el país, aunque sean muy pocos). Pero grande fue nuestra sorpresa cuando, en lugar de ello, se hizo envolver y armó sus equipos con personajes de los partidos vencidos en la contienda, lo cual determinó para nosotros que la suerte estaba echada y que el rumbo no iba a ser nada diferente a lo que ya conocíamos y padecíamos desde hace décadas.
La gobernabilidad se aseguró negociando con su ''despreciada (?) casta’’ como agudos analistas políticos y económicos habían advertido mucho antes. Esto condicionaba fuertemente las revolucionarias reformas anunciadas. Porque era ingenuo suponer que ‘’la casta’’, formada y fortalecida durante largos decenios, iba a abandonar por nada todos sus privilegios.
Claramente no hubo ese imaginario ''renacer de las ideas de la libertad'' del que algunos que con inocente entusiasmo hablaron (y aun lo hacen). Hubiéramos deseado mucho ese supuesto ''renacer'', pero la actual coyuntura argentina no permite esperanzarlo si es que se va a persistir como ahora por el camino emprendido por el gobierno, que continua proclamando los beneficios de la libertad, pero que, manifiestamente, se mueve en un sentido contrario a esa libertad declamada con tanto brío.
Hay que estar muy desorientado para creer que lo que está ocurriendo en la Argentina es algo parecido al liberalismo y menos todavía a libertarismo/libertarianismo. Implica o desconocer o mal conocer lo que una y otra corriente designadas con estos nombres significan. Bastante lo hemos aclarado en notas, artículos, libros, clases, charlas, conferencias, etc. Bastaría remitirse a ellos. Otros pocos eximios liberales también lo han hecho. Hoy por hoy, todo ese cuantioso material abunda y puede accederse al mismo. Es por esto mismo que creer que la experiencia política y económica actual argentina tiene que ver con alguna de esas dos corrientes de pensamiento es estar muy pero muy errado.
Hablar en abstracto de un ''renacer de las ideas de la libertad'' importa, al menos, excluir del análisis el contexto presente socio cultural argentino.
Ni siquiera en la época del ilustre prócer Juan Bautista Alberdi el grueso de la población participaba de ese ideario en forma masiva. Alberdi se queja de ello en varios de sus trabajos.
Hubo si una respetada elite de intelectuales liberales en su tiempo, grupo del cual Alberdi formaba parte, que cultivaban ese pensamiento liberal que, por cierto, tenía pocos puntos en común con los de otros intelectuales que (años más tarde) se conocieron como la Escuela Austríaca de Economía.
Pero, como el mismo Alberdi destacaba y, en alguna medida, también lo hizo Domingo Faustino Sarmiento, el mayor número de la población (que aun así era entonces escaso) ignoraba esas ideas. Por eso en ese punto, tanto uno como el otro, coincidían en la necesidad de una labor educativa. Ya en esa época la reducida población del país no se preocupaba demasiado en sutilezas y disquisiciones filosóficas acerca del liberalismo o el mercantilismo, que era éste último el sistema económico recibido en las colonias hispanoparlantes.
Y a pesar del tiempo transcurrido, la Argentina de hoy no es muy diferente, sociológicamente hablando, a la de los días de Alberdi. El hombre común y corriente de nuestro día tampoco está interesado en elucubrar complejas teorías filosóficas, ni reconoce la gran importancia de hacerlo, como las distinciones entre el liberalismo y otras corrientes opuestas, en especial el intervencionismo que es, dicho sea de paso, el sistema económico imperante en el país y en casi todo el mundo de nuestros días.
Las preocupaciones del hombre promedio argentino no exceden mucho más allá que los deportes (muy en particular el fútbol) y las exhibiciones cinematográficas o televisivas, además de las del trabajo diario en la oficina, en la obra o donde fuere que lo haga.
No hay (como podría esperarse de una verdadera sociedad liberal) tertulias de café, donde se discutan -por ejemplo- las obras de Mises. Hayek, Rothbard, Roëpke, Eugen Böhm Bawerk, Carl Menger, Popper, Kuhn; Feyerabend, Lakatos, etc. liberales de fuste, o muy cercanos a ellos. Tampoco en las redes sociales estos sean o se vean como Trend Topics. No hay grupos masivos de Argentina abocados de lleno a estos temas, ni en chats, ni en redes, ni en TV.
Y como dijera el sabio de Hayek, la economía es una ciencia contraintuitiva. El argentino sólo está preocupado por ganar cada vez más dinero, como todo el mundo, pero poco le importa la libre competencia excepto la suya propia, en cuanto que le permitan competir a él, y si es en condiciones oligopólicas o monopólicas tanto mejor. Sus restantes preocupaciones son: cumplir estrictamente el horario de trabajo y volver lo más rápido posible a casa a ‘’desparramarse’’ en su sillón favorito, encender el televisor, y mirar el partido hasta que llegue la hora de la cena.
La duda es si el supuesto gobierno ‘’libertario’’ conoce esta realidad o la ignora. Si fuera uno o de otro supuesto, en ambos sería sumamente preocupante y triste.
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