Por Gabriel Boragina ©
En noviembre último, los argentinos (como tantas otras veces antes) se vieron en la alternativa de optar por dos populismos que aparentan ser diferentes, y al que el folklore político suele designar como de derecha o de izquierda.
A la sazón, gobernaba el populismo de izquierda representado por el peronismo en su vertiente ''K'' con los consabidos desastres económicos que todo populismo siempre crea, sea de izquierda o derecha. Sin embargo, la percepción popular no distingue que el problema no reside en el signo que esgrima el populismo sino en el populismo mismo.
Ni siquiera el muy moderado y amable Mauricio Macri fue visto de este modo sino que quienes lo votaron en el 2015 lo hicieron pensando en que lo hacían por lo que iba a ser un populismo de derecha, simplemente porque era la única alternativa que se oponía en aquel momento a otro de izquierda que llevaba largos años en el poder y que, en esta oportunidad, se encontraba absorbido y monopolizado por el matrimonio Kirchner.
Sin embargo, Macri no era populista, y consiguientemente no hizo un gobierno de ese color, lo que desde luego fue una sorpresa para sus votantes quienes, a la postre, desilusionados tras cuatro años de gestión, le negaron su apoyo para un nuevo periodo.
No sólo le retiraron su apoyo sino que también consideraron que ''su modelo'' (un estilo cortés, respetuoso, educado, dialogante, etc.) estaba ''agotado'' y era hora de volver al tradicional modo confrontativo, brusco, amenazante y hostil que siempre exhibió el populismo de izquierda que, en el caso argentino, por antonomasia lo representa el peronismo.
Aclaramos que el peronismo es un caso curioso, en el sentido que no solamente es un partido sino que (como los mismos peronistas han proclamado siempre) es un movimiento, expresión mucho más amplia que la de simplemente partido político y verdaderamente más representativa de lo que es: un fenómeno que abarca todas las manifestaciones humanas, ya sean políticas, culturales, educativas, recreativas, en una palabra, sociales, las que tienen un alcance mucho más amplio que el estrictamente político, pero que a través de la política influyen sobre todas ellas, ya que como todo populismo, su meta final es el poder por el poder mismo, sin importar demasiado cual sea la puntual ideología que en el momento se exhiba.
Cumplido, entonces, un nuevo término de otro tiempo peronista, esta vez de la mano de la dupla Fernández-Fernández, la ciudadanía volvió a considerar que el ciclo del populismo de izquierda volvía a estar ‘’agotado’’.
¿Cuáles eran las alternativas disponibles? Pocas. Por un lado, estaba ''Cambiemos'' la fuerza que había llevado a Macri al poder, con la novedad de que en esa ocasión Macri, tras un largo espacio de indefiniciones, anunció que no iba a ser de la partida, es decir, no iba a competir por un nuevo mandato, y dejó en libertad tanto a los integrantes de su partido como a sus ex votantes para elegir el candidato que surgiera de las P.A.S.O. Para muchos seguidores, fue esta una segunda desilusión con quien, pocos años atrás, había sido su líder.
Pero, por el otro lado estaba un ignoto y muy periodísticamente promocionado, conglomerado que llevaba por nombre el atractivo rótulo de ''La Libertad Avanza',' prometiendo en campaña cambios radicales (no en el sentido del nombre del partido político que lleva esa palabra en su denominación oficial) y basando sus consignas en la eliminación de la llamada ''casta'' política que, según ellos, era la causante última de todos los males del pais en todas las épocas.
Estos lemas se acompañaban con propuestas económicas seductoras, como la promesa de dolarizar la economía, lo que hizo suponer a muchos que, si se los votaba y llegaban al poder, pasarían de la noche a la mañana a ganar su salarios en dólares, lo que desde el partido se alentaba con el falso eslogan de que ''era muy fácil dolarizar'', y barrabasadas por el estilo, tales como la completa eliminación de los impuestos porque -decían- ''el impuesto es un robo''(lo que es una afirmación relativa y discutible, incluso desde el propio punto de vista liberal) y otras que iban mucho más allá, como la permisión de venta de órganos del cuerpo humano y de personas (niños puntualmente) siguiendo las teorías de Murray Rothbard, emblemático representante del anarcocapitalismo, las cuales son muy controvertidas, incluso en el seno mismo del liberalismo por los denominados liberales clásicos que se diferencian de este modo de los libertarios de Rothbard.
La oferta de estos era atrayente por varios aspectos: 1° no era moderada 2° los autodenominados ''libertarios'' enfáticamente pregonaban que era ''muy fácil'' hacer todo eso, sólo necesitaban la oportunidad de que se les diera el poder, y 3° la alternativa a ellos era Sergio Massa, el ex-ministro de economía del gobierno peronista en curso, que había llevado a un nuevo desastre económico al país. Como se ve, se trataba de una coyuntura muy particular.
La gente no parecía tener dudas, entonces, a quien se debía elegir. El argentino promedio, amigo y fervoroso creyente en los milagros políticos, se volcó a elegir a quien se presentaba como el ‘’mesías mosaico’’ que sacaría a los argentinos ''esclavos'' del yugo peronista, y los llevaría a través del desierto a la tierra prometida de la libertad. Bajo esta ilusión pueril, La Libertad Avanza se alzó con el poder.
Hoy, a casi un año de todo esto, los muy pocos que advertíamos que los
autodenominados ''libertarios'' no eran tales, y que lo que se estaba votando
con ellos era no otra cosa que más populismo, sólo que de signo opuesto al que
salía del poder, vemos con tristeza y desazón que no estábamos equivocados, a
pesar de que no solamente no fuimos oídos, sino ironizados, ridiculizados,
insultados y agraviados por la horda de fanáticos que defiende al actual
gobernante que, entre sus primeras medidas, dictó un decreto en el que pide
poderes absolutos, y -como si no fuera poco- llenó su gobierno de los más
oscuros personajes de esa ‘’casta’’ que con tanto brío denostó durante toda la
campaña prelectoral.
2 comentarios:
Estoy de acuerdo. No escapamos del populismo, tenemos una visión cortoplacista, queremos resultados inmediatos en vez de trabajar a largo plazo. Un país no se hace de un día para otro. Creo que el liberalismo clásico merece una oportunidad en la región.
Así es, Diego. Gracias por tu comentario.
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