Por Gabriel Boragina ©
Días atrás me preguntaban si no veo nada bueno en el gobierno. En realidad, era una pregunta que se les hacía a los críticos del mismo que parecían no rescatar ni reconocer nada positivo.
Contesté que, con mucho esfuerzo, yo sólo podía redimir las intenciones y el discurso. Pero que, por desgracia, el éxito o el fracaso de una gestión se mide por los resultados y, en lo que va del mandato, estos (desde un punto de vista estrictamente liberal) son rotundamente desalentadores.
Y muchas veces expresamos que lo decimos con desazón. Nos hubiera gustado no ser críticos sino tener cosas que aprobar, elogiar y hasta felicitar. Lo que sucede es que simplemente no las hay.
Pero al mismo tiempo recordamos que ninguna iniciativa liberal puede durar cuando se la intenta hacer en un marco institucional y social antiliberal o intervencionista. Y este el contexto argentino.
Y si seguimos analizando, también encontramos gruesas incongruencias que nos hacen dudar de esas buenas intenciones y esa arenga supuestamente ‘’liberal’’. Y es cuando lo que se dice no se corresponde con lo que se hace. Si esa alocución unas veces es liberal y otras intervencionista, es indudable que hay una fuerte inconsistencia. Y a la larga, si se mantiene, marcará el fracaso de la comisión.
Pero también estamos convencidos que las instituciones y la sociedad no se cambian desde el poder sino desde la educación, en un proceso evolutivo tal como el que el premio Nobel de economía, Friedrich A. von Hayek, explicó en contraposición a lo que también denominó como ingeniería social.
No es un cambio que pueda hacerse desde un solo individuo, ni siquiera de muchos, sino que toda la sociedad en su conjunto debe operarlo y ser protagonista del mismo. Entonces cuando ello suceda y la sociedad decida si es lo mejor, las instituciones liberales aparecerán y comenzarán a funcionar como tales. Y, como su consecuencia natural, habrá gobiernos liberales. Pero no al revés, como se lo quiere hacer y como se lo concibe por la gran mayoría de los que respaldan al gobierno.
Con todo, cuando un gobierno que se dice presuntamente ‘’liberal’’ no hace liberalismo sino estatismo no ayuda ni colabora a ese cambio que, en las palabras, se anuncia como deseado, sino que, por el contrario, se aleja de él. En el caso del gobierno argentino esto es muy notorio, cuando -por ej.- se han incorporado en lugares relevantes a personas que poco o nada tienen que ver con el liberalismo que se afirma estar ejecutando.
Los equipos del gobierno, ya hemos observado, están plagados de figuras que son emblemáticas de la tan vituperada ''casta'', de la que se dijo en campaña electoral iba a erradicarse definitivamente con las actuales autoridades. Es mal síntoma, y no puede ampararse de ninguna manera que, en los cuadros principales del poder ejecutivo, miembros de esa supuesta y odiada ''casta'' ocupen puestos claves. Y mientras se mantienen en ellos, esta más que claro, que ninguna política se puede compartir. No es porque, en realidad, pertenezcan a ninguna imaginaria o real ‘’casta’’ sino porque sus pensamientos son comprobadamente estatistas.
Pero, analicemos por un momento rápidamente la plataforma electoral presentada en campaña por el partido ganador. Por ejemplo, siempre favorecimos la eliminación del banco central que fue uno de los ejes principalísimos de la fuerza política que hoy es gobierno. Por eso observamos con perplejidad y desazón que tal promesa no sólo no se viera cumplida sino que se encararan, por lo inverso, fuertes medidas que resguardan no únicamente esa institución, sino que procuran fortalecerla y engrandecerla, con toda la burocracia que ello implica. Y (más allá de la burocracia que, por cierto, no es un tema menor) lo que institucionalmente significa como paradigma del intervencionismo monetario.
Por eso, siempre dijimos que nos preocupa el rumbo emprendido y no los plazos fijados. Porque si el rumbo es el equivocado los plazos sólo agravan la situación, no la mejoran sino que la empeoran.
Lo mismo cabe decir con el otro eje de la campaña electoral: la dolarización. Ningún paso se está dando por el gobierno en esa dirección sino (como en todos los casos) las medidas adoptadas van en sentido opuesto: no sólo no se dolariza sino que se apuesta a una fortificación del peso contra el dólar. Para sintetizar: dolarizar, banca libre, son ejemplos de acciones que persistentemente apoyamos y este gobierno declamó en campaña, pero, una vez hecho del poder, emprendió y mantiene el camino reverso a las mismas.
De allí para abajo, el resto sólo es cosmética política o medidas intrascendentes que el gobierno de cualquier otro signo podría haber tomado.
Entonces, las críticas no son para fastidiar o por resentimientos personales que, por cierto. no los tenemos. No se trata de sentimentalismos ni enconos fabricados e imaginarios. Se trata de exigir cumplir con lo prometido.
Pero al mismo tiempo fuimos realistas en cuanto a que el contexto social argentino no es liberal, no lo era en campaña prelectoral ni lo es ahora, y esto es lo determinante para el éxito o el fracaso de una proclamada política liberal.
Si, es grave -en cambio- que el candidato triunfante no hubiera sido consciente de esta realidad, lo que revela su incapacidad para ocupar el cargo que ostenta. Es decir, como se ve, estamos descartando el supuesto de su mala fe, o sea, que siendo consciente, aun así y de todos modos, hubiera aspirado con discernimiento de su imposibilidad de cumplir con las metas
Y hemos de insistir que no es tarea del gobierno el poder cambiar esto sino de las instituciones mismas, de su evolución. Pero también es importante advertir que esta evolución admite la posibilidad de su reverso, de una involución, porque nada está determinado y todo es contingente. El progreso o retroceso en un sentido o en otro siempre es algo latente.
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