Por Gabriel Boragina ©
En un reciente debate con ''liberales'' acabo de descubrir que existen más
''liberalismos'' de los que yo pensaba y, por lo tanto, más tipos de
''liberales'' diferentes que los que yo creía.
Es más, me vengo ''a desayunar'' en el mismo debate que lo que yo siempre aprendí y enseñé como intervencionismo y dirigismo -en realidad- esos liberales lo definen como liberalismo, y que lo que yo entendía como liberalismo, en realidad, era intervencionismo.
Todo esto en el contexto de la Argentina, lo que aclaro porque no se si en otras partes del mundo sucede lo mismo. Quizás sí, quizás no. En fin, ya no estoy seguro de nada en esta materia después de ese debate.
A riesgo de estar completamente equivocado (y como no soporto la incertidumbre académica) voy a seguir llamando liberalismo lo que aprendí de la Escuela Austríaca de Economía y de sus representantes más destacados (por ejemplo, Ludwig von Mises, Friedrich A. von Hayek y sus antecesores, como Carl Menger, Eugen von Bohm Bawerk, y los discípulos de los dos primeros, como Murray N. Rothbard, George Reisman y algunos otros que sigan esa línea).
Por la misma razón, no puedo calificar de liberal el actual gobierno argentino de LLA hasta que no demuestre lo contrario, es decir, realizaciones concretas, enseñadas por la escuela antedicha, que le hagan merecer ese calificativo. Mas que un discurso de ese tipo (y mal aprendido) no advierto ninguna acción palpable y, por ende, ningún efecto del mismo tipo, que muestre que lo sea. Menos aun cuando tampoco observo la presencia de ninguna persona que exhiba en su seno los ideales a los que adhiero .
El movimiento mesiánico que gobierna ahora la Argentina, es lo más antiético que conozco con el liberalismo que aprendí, divulgo y que defiendo. Es más, lo puedo calificar a esta altura como una orden cuasi religiosa que pretende tener una vinculación y relación divina que le viene dada por misteriosas ''fuerzas del cielo'' como ellos mismos la llaman, y que encarnan en su líder máximo, incuestionable e indiscutido. Parece más bien un conglomerado de casos psiquiátricos, verdaderos paranoicos, que han venido a confluir en un partido político.
Por eso fueron múltiples las sorpresas que tuve en ese debate, donde incluso participaron verdaderos astrólogos económicos (categoría que desconocía hasta entonces) que profetizaban con apodíctica certeza cuales serían los exactos pasos a dar por el gobierno al que demostraban sumisa y reverente adoración. Me he llevado auténticos asombros y más de un desengaño.
Allí me encontré con liberales que eran la negación misma a la apertura mental que siempre imaginé que debería tener un liberal. Es más, siempre partí del supuesto (que ahora reconozco era erróneo) que un liberal para ser tal (o por ser tal) poseía ya de por si intrínsecamente una receptividad intelectual suficiente que lo habilitaba como para intercambiar ideas con otros liberales a partir de premisas básicas que sumaran, y no que restaran, al menos en los temas elementales del liberalismo.
Pero confieso que no estaba preparado para encontrarme con ''liberales'' que inclusive discreparan con esos puntos que siempre tuve por primordiales de lo que yo llamaba liberalismo. Y que a ese su disentir en esas materias (que yo creía cardinales) también ellos lo catalogan de ''liberalismo''. Algo que nunca se me hubiera ocurrido, y no sólo ello, sino que negado como tal por la Escuela Austríaca de Economía.
Por supuesto, siempre supe que el liberalismo, como tal, no es monolítico, que había otras escuelas liberales fuera de la austriaca. Pero no imaginé semejante fragmentación entre quienes suponía se formaron o parecían adherir en alguna instancia a esta escuela, incluso de quienes expresaban ideas o propuestas que siempre consideré dirigistas o estatistas. De hecho, yo adhiero a pensadores que no forman parte de la Escuela Austríaca de Economía, como, por ejemplo, Lord Acton.
No estoy lamentándome de ello (quede claro) sólo estoy expresando pasmo, y la experiencia me ha servido como advertencia para, en lo futuro, ser más cuidadoso, más cauto, y dejar bien en claro a qué clase de liberalismo adhiero, ya que no lo venía haciendo con el suficiente grado de precisión que ahora veo que es necesario.
A su vez, el debate me deja otra enseñanza adicional (que yo ya intuía de mucho antes): la imposibilidad de un gobierno liberal. Gobernar requiere de una concentración de poder que, a su turno, demanda una masa crítica de pensamiento uniforme, de hecho imposible en el liberalismo visto como conjunto.
Para gobernar se hace necesaria una confluencia mínima de pensamiento, cuya semejanza permita coordinar diversos tipos de acciones políticas que llevan adelante, necesariamente, un plan de gobierno. Y esto mantenerse por periodos mas o menos largos.
Pero observo que el grado de fragmentación de posturas inconciliables y de opiniones opuestas dentro de los liberales es tan grande, que este mismo hecho les hace imposible lograr acuerdos mínimos o consensos que le permitan gobernar.
Y el debate ha servido de ejemplo de esto último, dado que, si solamente 15 supuestamente liberales no pudieron ponerse de acuerdo (y de lo que -además- se reprochaban mutuamente) ¿cómo aspirar seriamente a que un grupo superior a ese número pudieran conseguir lo que tan sólo a 15 resultó imposible?
Y para cerrar, una cita de Alberdi para la reflexión :
«Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte»
(Juan Bautista Alberdi, Escritos Póstumos, Tomo X, Buenos Aires, Editorial Cruz, 1890.)
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