Por Gabriel Boragina ©
Cuando criticamos al concepto de riesgo país lo hicimos por ser un típico agregado económico.
Desde el punto de vista de la Escuela Austríaca de Economía, el verdadero riesgo
país consiste en que el gobierno intervenga en la generación de recursos
que constantemente realiza la iniciativa privada. Es el riesgo de que el estado
arbitre en la economía y la descalabre como siempre lo hace, mediante impuestos
y controles de todo tipo, tanto a bienes como a precios.
Términos tales como el de riesgo país nos lleva de la mano a la macroeconomía,
ya que se trata típicamente de un concepto que se deriva de ella. Y, por lo
tanto, ajenos a la Escuela Austríaca de Economía. No obstante, no ignoramos que
no son pocos los seguidores de esta escuela que tratan de conciliar sus
teoremas con la macroeconomía, pero desde nuestro punto de vista, las
objeciones que le han opuesto los grandes maestros austriacos son insuperables.
Es que los esfuerzos que realizan (sobre todo los econometristas) por aplicar en (y a) esta escuela los enunciados de la macroeconomía nos parece, en última instancia, un intento de mixtura entre el keynesianismo (esencialmente intervencionista) y la economía de mercado (substancialmente libre de toda injerencia estatal).
La realidad es que, la macroeconomía toma cuerpo y consistencia con John M. Keynes al que se encuentra indisolublemente ligada.
Pero Rothbard señala un antecedente anterior a Keynes :
El análisis del dinero y del denominado "nivel de precios" cada vez se separaba más de la sistemática seguida para estudiar las demás ramas de la economía. Padecemos hoy las consecuencias de aquel dispar tratamiento en la distinción tan de moda entre "macro" y "micro" economía. Parte esta última, más o menos, de la actividad individual de consumidores y productores, pero, en cuanto aparece el dinero, el economista nos pierde en un mundo imaginario, poblado por fantasmáticos conjuntos, los "medios de pago", el "nivel de precios", el "producto nacional bruto", el "gasto total". La "macroeconomía", por su parte, separada ya de la firme base del análisis individualista, no hace sino saltar de una serie de errores a otro conjunto de falacias. Esa doble visión, al abordar la realidad económica, cobraba cada vez mayor impulso en la época vienesa de Mises, al amparo de los escritos del norteamericano Irving Fisher, quien, enteramente despreocupado de la actuación del individuo, dedicabase a elaborar complejas teorías acerca del "nivel de precios" y las "velocidades de circulación" sin pretender en modo alguno integrar su pensamiento en el sano "microanálisis" de la ciencia neoclásica. [1]
Conforme explica Rothbard en dicha obra, entonces, la macroeconomía nacería, con la separación que Fisher hace del dinero de los demás fenómenos económicos.
Y nos cuenta como L. v. Mises lo integra en la teoría económica :
Ludwig von Mises se lanzó a solventar tan arbitraria separación mediante analizar la economía monetaria y el poder adquisitivo del dinero (erróneamente denominado nivel de precios) partiendo de la sistemática austríaca, o sea, contemplando invariablemente el actuar del individuo y la operación del mercado para llegar, finalmente, a estructurar el amplio tratado de economía que explicara, por igual, el funcionamiento de todos y cada uno de los sectores económicos. Y Mises consiguió plenamente su ambiciosa meta con la Teoría del dinero y el crédito[65] (1912) (Theorie des Geldes und der Umlaufsmittel), primera de sus magistrales obras. Fue una brillante conquista de pura investigación intelectual, digna del propio Böhm-Bawerk. La ciencia económica, al fin, constituía un todo unitario, integral cuerpo analítico, basado en la actividad individual; desaparecía la distinción entre dinero, por un lado, y nivel de precios, por otro, entre micro y macroeconomía. Mises, aplicando por entero la teoría de la utilidad marginal a la oferta y la demanda del propio dinero, desarticuló la mecanicista visión de Fisher, basada en automáticas relaciones entre la cuantía monetaria y el nivel de precios, la "velocidad de circulación" y las "ecuaciones de intercambio". [2]
Pero si bien Rothbard lo señala como el primero, no fue el único austriaco que elevó su censura contra las pretensiones macroeconómicas. La critica que, por ejemplo, le hace el premio Nobel de Economía, Friedrich A. von Hayek -discípulo de L. v. Mises- nos sigue pareciendo lapidaria. Al respecto (cuando compara los logros de la teoría de la utilidad marginal con la macroeconomía) nos dice :
Sin embargo en los últimos cuarenta años, los avances realizados en dicho campo de investigación no han obtenido la adecuada divulgación a causa Je la influencia de la llamada «macroeconomía», que pretende establecer relaciones causales entre ciertas hipotéticas entidades o agregados estadísticos. …El error de suponer que el método macroeconómico es, además de viable, eficaz (error agravado por la constante apelación al instrumental matemático, que siempre ha impresionado al político, ayuno por lo general de formación matemática, pero que resulta ser lo más parecido a la magia que pueden practicar los profesionales de la economía) ha hecho que muchas de las opiniones que hoy determinan nuestros criterios políticos y de gobierno sigan basadas en interpretaciones ingenuas de los más cruciales procesos del quehacer económico, tales como la formación del valor y de los precios, explicaciones que intentan otorgar a tales magnitudes un carácter objetivo que, en realidad, ninguna relación guarda con los conocimientos y propósitos que orientan el comportamiento personal de la gente.
Estas explicaciones son incapaces de proporcionar una interpretación adecuada del indispensable papel que desempeñan el comercio y la actividad mercantil como mecanismos coordinadores de los esfuerzos productivos de un ingente número de sujetos.[3]
Y en las páginas siguientes agrega :
…de nada sirve el conocimiento del total de recursos disponibles. Tal «macroeconómico» conocimiento de diferentes «agregados» constituye una información que ni se halla disponible ni es necesaria para que cada uno pueda orientar eficazmente su personal comportamiento. Cualquier pretensión de medir un producto agregado compuesto por una gran variedad de artículos cuya concreta combinación varía constantemente carece de todo fundamento. La capacidad de estos bienes para satisfacer las necesidades deriva más bien del adecuado uso de la información disponible. Sólo una vez incorporados los aspectos meramente físicos dentro de las valoraciones económicas será posible abordar las cuestiones que realmente importan. [4]
Parece clara, pues, la incompatibilidad entre macroeconomía y Escuela Austríaca de Economía.
[3] Friedrich A. von Hayek, La fatal arrogancia. Los errores del socialismo. Unión Editorial. Madrid. pág. 162
[4] Friedrich A. von Hayek, La fatal …ibidem. pág.163/4
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