Sin duda se trata de una contradicción en términos. Sin embargo, el advenimiento de un gobierno que se auto titula con el término ''liberal'' hizo aparecer (para mi sorpresa) la existencia de muchos mesiánicos que entronizan a quien afirma de sí mismo encarnar en su persona a misteriosas ''fuerzas del cielo'' que, supuestamente, lo han investido de la suprema majestad del liberalismo.
La RAE define el primer vocablo de esta forma:
mesianismo
1.
m.
Doctrina relativa al mesías.
2. m. Confianza inmotivada o desmedida en un agente bienhechor que se espera.[1]
Nos vamos a ocupar de la segunda acepción y no de la primera. No será la primera vez que lo hacemos, pero la agudización del fenómeno en Argentina merece que volvamos sobre el tema por lo preocupante que se está transformando para el futuro del país.
El mesianismo no ha sido originario de la Argentina, desde luego, sino que tiene antigua data. El Mesías que esperaban los antiguos judíos era precisamente de este tipo.
En primer lugar, y ya referido al gobierno argentino, cabe analizar someramente al sujeto al que se lo hace objeto del culto mesiánico.
Se trata de un personaje grotesco, repentinamente surgido de la farándula periodística televisiva y que, de la noche a la mañana, por el ´´arte´´ de la televisión, fue convertido (a puro golpe de machacona publicidad subliminal (y explicita) en una figura pública, sin mérito propio alguno visible.
En otras épocas se hubiera tratado de un protagonista pintoresco que habría servido de divertimento a un aburrido televidente. Pero en estos tiempos, y especialmente en Argentina, cualquier individuo que sea mostrado la suficiente cantidad de veces, logra transformarse en estrella de lo que se quiera: deportes, espectáculos, y también política (aunque los tres aspectos hoy en día aparecen fuertemente fusionados).
Salvando las distancias, sigue siendo cierta la confesión de Joseph Goëbbels, el siniestro ministro de propaganda nazi, cuando dijo que el secreto de dominar a las masas consistía en repetir una mentira la suficiente cantidad de veces para que la gente creyera que se trataba de una verdad. La fórmula sigue vigente e intacta.
Esto demuestra, de paso, la prolongada exposición que tienen los argentinos a los medios audiovisuales y la poca vocación de lectura crítica que poseen (parece que el nivel máximo de lectura que tienen se reduce a los mensajes de texto de WhatsApp).
Por esas cosas que solamente pasan en la Argentina, al personaje en cuestión el voto de sus fans le ha dado el poder. Y así, el cholulaje autóctono le ha sentado en el sillón de Rivadavia, quien se escandalizaría de verlo.
Lo sorprendente, para mí, no es tanto esto. Otros impresentables por el estilo (o con otros estilos), han ostentando el máximo poder en Argentina antes.
Lo pasmoso es que, personas amigas o conocidas que durante buena parte de su vida, e incluso de su obra intelectual, han dedicado sus mejores argumentos en combatir el culto al líder, hayan -en los hechos- contradicho sus enjundiosos trabajos más lúcidos con un comportamiento posterior totalmente opuesto a las que eran sus convicciones originales.
El mesianismo tiene relación directa con la megalomanía.
El diccionario de la Real Academia define:
megalomanía
o Artículo
Del gr. μεγαλο- megalo-, de la raíz de μέγας mégas 'grande', y -manía.
a. f. Manía o delirio de grandezas.[2]
El megalómano suele atribuirse aptitudes mesiánicas, lo que mientras este aislado no representa un peligro social. El problema nace cuando esas presuntas "capacidades" mesiánicas le son otorgadas por otros que se denominan sus seguidores. Casos en la historia hay de sobra como ejemplo. Y esto último es lo que se está tratando de hacer en la Argentina con el sujeto que gobierna.
Resulta ya de por sí bastante extraño que un liberal exprese sus mejores honras y pleitesías a un sujeto que visiblemente sufre del síndrome anteriormente definido, porque justamente de esto se trata en el caso del cabeza del actual gobierno.
Notemos que el distinguido profesor Ossorio incluye el término dentro de su definición de fascismo[3] cuando dice:
...Y como el Estado no era otra cosa que la organización fascista y su jefe, fácilmente se comprende que el régimen haya representado tan sólo una tiranía política, pese al revestimiento de corporativismo (y.) que se le quiso dar y al megalómano y espectacular intento imperialista, al que puso fin la derrota de los países totalitarios del triángulo Alemania-Japón Italia por los aliados...
Por lo demás, las características personales del personaje en cuestión, quien da signos visibles de inestabilidad emocional, profundos desarreglos nerviosos o incluso psicológicos hace mucho menos comprensible la desmesurada admiración y hasta adoración que le tributan personas que, en otros tiempos, hicieron gala de erudición y equilibrio. O, al menos, posaron eficientemente en ese sentido.
Todo esto nos lleva de la mano a otro concepto relacionado con los términos anteriores:
fanatismo
Definición[4]
Del fr. fanatisme, y este de la raíz de fanatique 'fanático' e -isme.
1.
m.
Apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones,
especialmente religiosas o políticas.
Sin.:
· intransigencia, intolerancia, obstinación, extremismo, radicalismo, sectarismo, exacerbación, exaltación, incondicionalidad.
·
apasionamiento,
pasión, entusiasmo, fervor, fogosidad, adicción.
Ant.:
· desapego, equilibrio, frialdad, tolerancia.
Casi necesariamente, quien sigue a un megalómano mesiánico no puede ser sino un fanático, porque de otro modo no podría explicarse que un seguidor pudiera conferirle dotes mesiánicas a un megalómano.
Por definición, el megalómano se considera superior a todos los demás, y esto se condice con el individuo que estamos analizando ahora, el cual ha dicho públicamente en forma reiterada que él y su grupo son moralmente superiores al resto.
Esto contrasta vívidamente con la actitud humilde del liberal, porque toda pretensión de superioridad implica que quien la ostenta reclama, implícita o explícitamente, la sumisión incondicional de aquel al que califica como inferior.
En condiciones normales no me ocuparía de este tema si la situación en Argentina no se hubiera tornado tan estrambótica.
[3] Ossorio Manuel. Diccionario de Ciencias Jurídicas Políticas y Sociales. -Editorial HELIASTA-1008 páginas-Edición Número 30-ISBN 9789508850553 pág. 409/410.
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