Por Gabriel Boragina ©
Políticamente, se ha puesto de moda la violencia verbal. Esta es una modalidad de la violencia moral, una de las formas en que se llega a ella.
El diccionario de la RAE[1] define:
violencia.
(Del lat. violentĭa).
1. f. Cualidad de violento.
2. f. Acción y efecto de violentar o violentarse.
3. f. Acción violenta o contra el natural modo de proceder.
4. f. Acción de violar a una mujer.
violento, ta.
(Del lat. violentus).
1. adj. Que está fuera de su natural estado, situación o modo.
2. adj. Que obra con ímpetu y fuerza.
3. adj. Que se hace bruscamente, con ímpetu e intensidad extraordinarios.
4. adj. Que se hace contra el gusto de uno mismo, por ciertos respetos y consideraciones.
5. adj. Se dice del genio arrebatado e impetuoso y que se deja llevar fácilmente de la ira.
6. adj. Dicho del sentido o interpretación que se da a lo dicho o escrito: Falso, torcido, fuera de lo natural.
7. adj. Que se ejecuta contra el modo regular o fuera de razón y justicia.
8. adj. Se dice de la situación embarazosa en que se halla alguien.[2]
Como se ve, no hay diferencia entre verbal, moral o física. La violencia es siempre negativa. No importa el modo en que se expresa.
El gobierno argentino actual[3] ha oficializado esta modalidad desde la máxima jerarquía. Lo que antes era o se tomaba como un circunstancial exabrupto ha pasado a ser la política oficial. Se agrede la disidencia, haya o no motivo para ello.
Jurídicamente[4], se la ha definido de este modo:
Violencia
Acción y efecto de violentar, de aplicar medios violentos a cosas o personas para vencer su resistencia. Las repercusiones jurídicas de ese proceder son tanto de orden civil como penal. Con respecto al primero, porque representa un acto atentatorio contra la libre voluntad de las personas en la realización de los actos jurídicos, por lo cual es causa de su nulidad.
La violencia puede ser ejercida por una persona sobre otras de modo material o moral; en el primer caso, la expresión equivale a fuerza, y en el segundo, a intimidación. Y con respecto al primero, el empleo de la violencia es lo que configura o califica determinados delitos (homicidio, robo, violación, quebrantamiento de condena, evasión, allanamientos de morada). Temas considerados en las voces respectivas.
Violencia moral
El empleo de cualquier medio lógico destinado a inspirar temor o intimidación.
Pero lo que estas definiciones omiten es que, a veces, la reacción a la violencia no es el temor o la intimidación sino la generación de una violencia mayor de parte del agredido contra el agresor.
Ya Cristo, hace más de dos mil años, vinculó la violencia verbal como causa de la violencia física cuando equiparó el insulto al homicidio:
Mat 5:21 Habéis oído que se dijo a los antepasados: “NO MATARAS” y: “Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte.”
Mat 5:22 Pero yo os digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: “Raca” a su hermano, será culpable delante de la corte suprema; y cualquiera que diga: “Idiota”, será reo del infierno de fuego.[5]
En todo homicidio siempre encontraremos la ira como factor desencadenante. Y el Señor lo sabía muy bien.
Entonces, la violencia que despliega continuamente el gobierno de la LLA[6] tiene como finalidad inspirar temor o intimidación con la meta implícita o explícita de evitar toda oposición y discrepancia con sus arbitrarias políticas. O sea, someter (por las buenas o por las malas) a la sociedad que discrepa con sus manejos.
A veces, hay quienes no se animarían a actuar violentamente pero, sin darse cuenta (y otras dándose perfecta cuenta de ello) alientan ese tipo de conducta minimizándola o –incluso- festejándola con gestos, palabras irónicas o sonrisitas cómplices. E inclusive humoradas chabacanas respecto de ella.
En ocasiones, sin percibirlo, estos violentos pasivos (como los llamo yo) son verdaderos cómplices de los claramente violentos y que no tienen ningún freno ni inhibición para contener su violencia.
Lo dicho, en parte, explica los problemas de convivencia que tienen los argentinos, seres cuyas personalidades son, en promedio, la de individuos violentos auto reprimidos.
Así, la violencia moral, que también se denomina psíquica o psicológica, es más frecuente de lo que se piensa. El argentino medio se esfuerza por ser políticamente pacifico, aunque en la faz doméstica y familiar sea un violento explícito, proyectando en este ámbito sus frustraciones políticas, haciendo victima a los suyos.
Obviamente, la Constitución de la Nación Argentina no se refiere a ella, porque (como ya dije comentando otro tema) los constituyentes no imaginaron ni por asomo que sujetos de naturaleza violenta llegarían al poder y tratarían de imponer su voluntad en desmedro de las instituciones.
Esta es una tendencia peligrosa, y es lamentable que el gobierno la aliente pero, como también he expresado innumerables veces, en un sistema representativo como el democrático constitucional, el ciudadano vota lo más parecido a sí mismo en personalidad y modalidad. Si lo electo no nos gusta, no nos queda más que mirar en nuestro alrededor para conocer la explicación de por qué ha llegado a donde está.
Psicológicamente quien se expresa con violencia proyecta un deseo inconsciente de agresión física reprimida. En tal sentido, la violencia verbal no es más que un sustituto de la física. En la íntima psicología del sujeto se desearía realmente dañar al sujeto odiado, pero ya sea por la amenaza de una sanción legal o la de una represalia también física del agredido, no se lleva a cabo el acto de fuerza física, se lo auto reprime, y se lo traslada al lenguaje como recursos compensatorio. Lo que recuerda los versículos del Evangelio citados arriba, en que Jesucristo dice que no solo es pecado (delito, diríamos jurídicamente) el homicidio, sino la violencia verbal que lleva a ello.
[1] Real Academia Española © Todos los derechos reservados. Diccionario de la lengua española - Vigésima segunda edición
[3] "La libertad avanza’’ LLA, sus siglas.
[4] Ossorio Manuel. Diccionario de Ciencias Jurídicas Políticas y Sociales. -Editorial HELIASTA-1008 páginas-Edición Número 30-ISBN 9789508850553 pág. 993
[5] Evangelio según San Mateo.
[6] Ver nota 3.
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