Por Gabriel Boragina ©
Cualquiera podría esperar que el cacareado ''levantamiento'' del ‘‘cepo’’ sería la puerta que se abriría a un tipo de cambio libre. Al menos eso es lo que propala el falso gobierno ''liberal'' argentino.
Sin embargo, la realidad es que nada de eso ha sucedido, sino que se ha pasado del ‘‘cepo’’ hacia lo que en economía se denomina un tipo de cambio flotante.
Pero (y he aquí el punto) existen dos tipos de flotación. Una es la llamada flotación limpia que implica la de un tipo de cambio verdaderamente libre (sin injerencia gubernamental) y la otra es la llamada flotación sucia, que es aquella donde el gobierno fija una banda conocida como banda cambiaria, en la cual al dólar se le permite ‘’moverse libremente’’ siempre y cuando no supere un mínimo (piso) ni un máximo (techo), puntos en los cuales el gobierno volvería a intervenir emitiendo o contrayendo la oferta monetaria para volverla a 'encajar'' el tipo de cambio dentro de la banda decretada.
Se tratan en rigor de dos intervenciones. La primera estableciendo la banda, y la segunda regulando la oferta monetaria en la medida que el dólar se ‘’escape’’ de la banda determinada.
La intervención citada, ensayada muchas veces en el país, no es más que un artilugio para mantener controlado el tipo de cambio dentro de la franja de precios que interesa al gobierno y no al mercado. En Argentina (y en otras latitudes) se la ha ensayado muchas veces, y otras tantas ha fracasado. Es una manera de devaluar sin decir que se está devaluando.
El tipo de cambio fijo se puede decir que es el más tradicional y más frecuentemente utilizado, pero es el más susceptible de ser acusado (con razón) de dirigista o estatista. El otro tipo de cambio (el flotante) aunque en esencia persigue el mismo fin que el fijo, puede ser más fácilmente enmascarado como ''libre'' o -al menos- más libre que el fijo. Es más apto para simular o aparentar una ‘’transición’’ hacia un mercado libre de cambios.
Pero, en resumidas cuentas, ambos son controles de cambios: la antítesis de la libertad monetaria y cambiaria que pregona el gobierno. Es un instrumento idóneo para manipular el nivel de exportaciones e importaciones ya que, según el autócrata lo desee, puede promover unas y desalentar otras para que cada una se ‘’nivele’’ al gusto de aquel. Pero en una economía dolarizada de hecho, también sirve, adicionalmente, para controlar los demás precios en pesos.
Y aquí es bueno recordar una lección básica de la economía: que todo control de cambios puede tomar dos aspectos diferentes, pero que, en suma, implican ambos un freno contra el mercado.
El control se puede ejercer sobre la cantidad del producto en cuestión o sobre su precio. El llamado ‘‘cepo’’ no es más que del primer tipo: en principio el precio no se fija, pero se limita la cuantía de las unidades que se pueden adquirir. Es decir, esto decreta el precio indirectamente, ya que al reducirse la cantidad, el primero aumenta artificialmente, permitiendo que solamente accedan al producto los compradores que tengan mayor capacidad de cambio, o sea, aquellos que pueden (y están dispuestos) a pagar más. Implica reducir el tamaño del mercado.
Limitando la demanda pareciera que el precio no se dispara. Pero lo que en realidad sucede es que el precio llegará -de todos modos- al de mercado, y seguirá subiendo hasta alcanzar el mismo, pese a lo que el gobierno quiera en contrario. La diferencia entre la cantidad demandada y la efectivamente ofrecida se trasladará a lo que se denomina mercado paralelo o ''negro'' o, en el caso del dólar hoy, ''blue'' denominaciones todas que pueden ir cambiando de acuerdo a los usos, pero que, en suma, implican que el mercado sigue funcionando, sólo que en la ''oscuridad'' extramuros del control policial del burócrata a cargo.
Allí, los compradores submarginales podrán adquirir la cantidad deseada, pero a un precio superior al de mercado. En otras palabras, lo que se llama un sobreprecio.
El gobierno acudió a la manida estrategia de vender dólares para evitar el aumento de su precio, pero como contrapartida, ello implicó una importante y creciente pérdida de reservas. Para paliar tal situación se pidió un nuevo préstamo al FMI. Y recién obtenido este se ''pudo'' (?) levantar el ‘‘cepo’’. Claro que, todo a costa de aumentar la deuda estatal y tener que acatar nuevamente las severas condiciones (anti mercado) impuestas por el tristemente célebre organismo internacional.
Nada diferente a lo que han venido haciendo los gobiernos que le precedieron al actual.
Un gobierno genuinamente liberal, desde el primer día en el poder, debería haber no sólo suprimido el ‘‘cepo’’ sino -al mismo tiempo- eliminado todo control de cambios, liberando el mercado. Pero no se lo hizo asi, excusándose en que ‘’no estarían’’ dadas las condiciones.
Ahora parecería que estarían ''dadas'' solamente para levantar el ‘‘cepo’’ (?), pero que seguirían sin estarlo para eliminar del todo el control de cambios. En realidad, una medida sólo reemplaza a la otra, no es un avance hacia una completa libertad de cambios. Se sustituye un control por otro, pero ambos tienden al mismo fin restrictivo.
Lo que dado este comportamiento, me pregunto otra vez ¿qué tiene de ''liberal'' todo este entramado y marañas de manipulaciones monetarias?
Es sumamente extraño que se ponderen y utilicen artilugios dirigistas y estatistas con el pretexto de que son ''necesarios'' para liberar (?) el mercado. Mas bien, parecen medidas para mantener el mercado encorsetado tanto como sea posible y de la manera más disimulada posible.
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